Se dirigieron al establo, cogieron los caballos, y marcharon hacia lo que podría ser el reencuentro con su memoria. Como tantas otras veces, pensó que no debía hacerse ilusiones, “tarde –pensó”. En ese momento una sonrisa de oreja a oreja cubría y llenaba de luz su cara, no era mucho, pero como habían hablado en el desayuno “esto es solo el principio del hilo –dijo Halt-, pero te servirá para encontrar el otro extremo”. Con esto se refería a que con ese dato de su, lo que entre ellos llamaban “anterior vida”, podría averiguar todo lo demás y recuperar la memoria “o no –dijo una horrible voz en su cabeza”. No quiso pensar en aquello, nadie iba a arrebatarle aquel momento de felicidad.
Mientras galopaban a través del bosque, se acordó de algo.
-Will –dijo ahora sin la maravillosa sonrisa que antes tapaba sus rasgos-, se me olvidó deciros algo –no la miró, pero notó el gesto inquisitivo-, si que recuerdo algo de mi pasado, y creo que en parte eso tuvo la culpa de que se me borrase la memoria –no preguntó nada, así que prosiguió-. Recuerdo una cara, tenía bigote y perilla, color castaño, pero con canas, muy repeinado; era regordete y tenía los ojos negros.
El chico no dijo nada, pero la tensión de su cuerpo le delató. Para él debía significar algo aquella descripción. Sintió ganas de zarandearlo para que dijese algo, era frustrante que se callase, ¿Por qué se había puesto así? ¿Había tenido suerte la chica por sobrevivir en su encuentro con aquel hombre? Quiso preguntárselo, pero mientras se estaba preguntando todo aquello, ya habían llegado. Estaban en la calle destartalada donde Will la vio por primera vez... No... Estaban justo al lado de la tasca donde se había despertado de su conmoción, y ahora que lo pensaba, supuestamente Will solo la vio llegar a la posada de casi tres calles más abajo.
-¿Me seguiste?
-Mmm –se puso colorado-, sí, bueno... es que no me pegaba nada tu aspecto con esta zona... me pareció... sospechoso –acabó en forma de pregunta, y miró a su maestro, el cual le echó una elocuente mirada.
-Ah, vale.
No le parecía que estuviese muy convencido de lo que decía, pero no preguntó.
Gilan la miró.
-¿Recuerdas algo? –dijo este- Sino, no pasa nada, podemos venir aquí tantos días como necesites.
Emma se hizo una imagen mental, en la que todos eran viejitos, y seguían viniendo aquí. Miró a su alrededor, y le vino una especie de flash, en donde la calle era oscura, donde cada rincón era un peligro para la vida. También recordó otra cosa... Era la tienda... ¿de enfrente? Sí, lo era, y tenía que entrar. Se dirigió directa a ella, la mujer que atendía la vio y se dirigió a ella.
-Tendrá que pagar más –dijo con seguridad-. No me importa lo que sean ni lo que hagan.
-Esto... –miró a Halt, que sabía que ella no tenía dinero, y le hizo un gesto afirmativo- sí, claro.
La dirigió a la parte trasera, y allí había un pequeño caballo lanudo de color arena. Lo recordó.
-¡Herradura! –saludó al cuadrúpedo.
Le abrazó y acarició, recordaba todos los buenos y malos momentos que había pasado con el caballo... bueno, a lo mejor no todos, pero sí muchos. Observó que tenía en la silla una bolsa con lo que serían sus pertenencias. La abrió. Había un par de cuchillos en sus vainas, las cuales estaban enganchadas en un cincho; un arco con las puntas hacia fuera para proporcionas más fuerza, también había un carcaj con 7 flechas; y al fondo, una especie de figurilla de madera, que parecía una gacela, y una cadena, donde colgaba una hoja de roble de plata y una esfera achatada por los lados, donde se observaban unos grabados de hojas, que parecían estar en movimiento. De pronto recordó, que aquel colgante de esfera y la gacela, tenían un importante valor para ella, pero no sabía por qué. Tuvo otra especie de vuelta al pasado, donde aparecía intentando abrir el colgante, y una ola de repentina frustración le inundó el cuerpo; aquel colgante se debía abrir, pero tenía que averiguar cómo.
-Emma –dijo Will-, es tu caballo ¿verdad?
-Sí, y todas estas cosas son mías –señaló el colgante, recordando cuál era el significado de éste.
Estaba en un nivel superior de montaraces.

Cuando estaban de vuelta, y desmontaron sus caballos, Halt le dijo que cogiese su arco y flechas (ya se había puesto el cinturón con los cuchillos), y que le acompañase.
-Vamos a ver qué recuerdas del oficio.
-Uff –suspiró-, más vale que os alejéis si no queréis morir.
No confiaba mucho en sus probabilidades de hacerlo bien, pero cuando cogió el arco y la flecha, sintió como si ya formase parte de ella, una extremidad más y se preguntó cómo había podido sobrevivir si ellos durante aquellos días. Esto le hizo sentirse segura, y disparó una lluvia de flechas a una fila de dianas situadas a diferentes distancias unas de otras y de ella. Dio a todas, y la mayor parte descansaban en el centro de éstas.
Halt no dijo nada, Gilan puso cara de aprobación y Will sonrió.
-Al menos no tenemos que preocuparnos de protegerla –dijo riendo.
Gilan y Emma le acompañaron en otra carcajada, mientras Halt seguía mirando las dianas pensativamente.
Transcurrido un tiempo, y después de muchas pruebas para evaluar a la muchacha, las cuales hizo casi perfectamente, entraron para comer.
-Después –habló por fin Halt-, te daré una lista de nombre de montaraces –dijo mirando a Will-, y los leerás hasta que recuerde quién es su maestro. Emma, recuerdas exactamente qué años tienes.
-No, supongo que alrededor de los de Will.
-Sí, pienso lo mismo... y tampoco recordarás cuándo empezaste tu formación como montaraz ¿no?
-No, pero debo de llevar un tiempo, ¿Cómo si no obtendría el colgante de plata? –señaló el colgante.
-Will lo consiguió salvándole la vida al barón –dijo Gilan con el orgullo en los ojos, como si fuese su padre.
Will se puso algo colorado.
-Pero yo no creo que haya hecho algo así, la verdad.
-No crees –prosiguió Gilan-, pero tampoco recuerdas así que...
-Pues mantengo la teoría de que tengo exactamente el mismo carácter de cuando tenía memoria, y, créeme, que me pensaría seriamente el salvarte si estas en apuros.
Gilan soltó una carcajada, al igual que Will.
-Eso nos lo pensamos todos –dijo riendo el muchacho.
Halt no pudo evitar sonreír esta vez.

Una vez acabaron la comida y fregaron los platos, Will y Emma se dirigieron al claro del bosque para repasar los nombres de los montaraces.
Mientras caminaban, Emma pensaba, que cada día encontraba a Will más simpático, más guapo, más deseable... Intentó ahogar aquel sentimiento todo lo que pudo; le gustaba su relación de amistad con él, y no quería estropearla.
-Bueno –empezó Will- ¿te suena el nombre de George Maybeentown?
-No.
-¿Julius Trascot?
Negó con la cabeza.
-¿David Chaucer?
-No –suspiró pensando que a lo mejor era uno de esos, pero que ella no lo recordaba.
-Tranquila, solo quedan 45 sin contar con Gilan y Halt. Mmm ¿por dónde íbamos?
-David no sé qué.
-Ah si... ¿Nicholas Canterbury?
-Repite –dijo poniéndose recta.
Como ya sabía que debía hacer cuando tuviese esos momentos de inspiración, Will repitió pausadamente:
-Nicholas Canterbury.
-Nicholas... –se esforzó por ir hacia aquella pequeña puerta que le abría a su pasado, a pesar de que sentía que le pesaban los pies.
Will le dio su tiempo; sabía que si le metía prisa lo único que haría sería distraerla de sus cavilaciones.
-Mmm –dijo Emma concentrada-, creo que podría ser ese... No obstante sigue leyéndome nombres.
Una vez terminada la lista, solo le habían llamado la atención dos nombres: Dimitri, de Caraway, un pueblo al noreste de Araluen, y Nicholas, de Springmountains, un pequeño poblado situado en un valle hacia el oeste.
-Volvamos a la cabaña para decírselo a Halt.
Cuando llegaron encontraron a lo dos hombres discutiendo sobre algo de una misión, pero como no se les ocurrió ni a Will ni a Emma la idea de espiar, entraron haciendo ruido, con lo cual la conversación ceso y dejó paso a una cargada atmósfera.
-Habéis conseguido algún resultado –afirmó Halt.
-¿Tanto se nota? –preguntó Will sonriente.
-Bueno –habló Emma-, tampoco demasiado. Estamos entre dos opciones, y tampoco estoy muy segura.
-Decidme.
-Nicholas de Springmountains –dijo Will- y Dimitri de Caraway.
Halt asintió pensativo.
-Podrías ser de Caraway por tu pelo y ojos, pero por tu manejo de los cuchillos y tu gran preparación, diría, casi con seguridad que eres de Springmountains, además tu ligero acento no tiene nada que ver con la pronunciación del norte.
“Así que –pensó Emma- debo ser de Springmountains”
-Lo que me pregunto –prosiguió Halt-, es qué haces exactamente aquí, deberías estar en el valle con Nicholas, que yo sepa –dijo más para sí que para los demás-, no tendría por qué salir de allí.
Y con la sensación de que ahora pesaba 5 kilos menos, se acostó.