Una vez se calmó, Will la soltó de su largo abrazó, la miró y señaló al caballo.
-Partamos cuanto antes –dijo susurrando algo al cuadrúpedo.
-¿Es tuyo?
-Sí, ¿te gusta?
La chica asintió. Mientras pensaba subió al pony. Cada vez estaba más segura de que no era solo un camarero; aquella rapidez... aquella facilidad para manejar los cuchillos... Su pequeño y lanudo caballo... No le cuadraba, y había aún más, pero no recordaba el qué.
Por fin se subió Will y partieron al trote fuera de miradas indiscretas. No tardaron en salir a campo abierto. Aquel olor a hierba mojada le gustaba, y la libertad de el bosque. Sintió ganas de gritar de júbilo.
-Agárrate bien a mí, que ahora vamos a ir al galope.
Ella obedeció, le agarró de la cintura y apoyó su barbilla en el hombro del chico.
Fueron por un sendero del bosque, y pronto avistaron una pequeña cabaña a lo lejos.
-Mi casa –dijo Will con un suspiro.
¿Iba a conocer a la familia de Will? “Oh dios mío –pensó Emma-, que horror. ¿Y si me preguntan de dónde vengo, o si dicen que les cuente alguna anécdota de mi pasado?”. La chica palideció. ¿Qué iba a hacer?
Llegaron a un pequeño establo, donde había otro pony lanudo. Will desmontó y Emma le siguió. Debía de estar más pálida de lo que pensaba, porque Will la miró atentamente.
-¿Estás bien? –preguntó algo preocupado.
-Sí –mintió-, solo algo mareada.
Cruzaron la puerta. No había nadie.
-¿Qué raro? –Masculló Will-. Debería estar en casa...
Notó como alguien se deslizaba por el establo. Miró a Will.
-Hay alguien en el establo –dijo Emma con asustada.
-Shhh –le puso un dedo en los labios y escuchó atentamente.
Se volvió a oír. Will también se movió con sigilo hacía el otro extremo de la casa, donde no estaban los caballos. Dio la vuelta hasta dirigirse al establo.
-Hola Gilan –saludó como si nada Will.
-Vaya, pensé que te iba a sorprender.
Inquieta, Emma se dirigió al establo donde conversaban los dos hombres.
-Emma, este es Gilan –dijo señalando a un espigado hombre con el pelo castaño hasta casi los hombros-, es un... amigo mío.
Emma se dio cuenta de la pequeña pausa antes de decir amigo.
-Encantada.
-Mmm... Emma, ¿te importaría dejarnos un momento?
La chica se fue hacia la puerta, y lo único que pudo escuchar fueron susurros ininteligibles.
-Bueno –dijo Will aproximándose-, entremos y pongámonos cómodos.
Entraron a la pequeña cabaña. Era bonita, y estaba inmaculada, además tenía un toque hogareño que te hacía sentir como en casa.
Pasaron una tarde agradable, hablando de temas sin importancia, algo sinsentido, y cuando Emma intentaba preguntar por como había conseguido moverse tan rápido con sus cuchillos, siempre acababan desviándose del tema. Pronto descubrió que Gilan era alguien en quien podría confiar.
Un rato después de la cena, se escucharon cascos de caballo.
-Es Halt –dijo Will.
-¿Quiénes Halt?
-Es mi maest... –dudó- es un muy buen amigo mío.
Notó como había dudado, le iba a preguntar, cuando Will se levantó y se dirigió a la puerta.
Un hombre, más bien bajito, con alguna que otra cana en su negro cabello, entró. No se sorprendió porque ella estuviese allí.
-Buenas noches –la saludó- siento la tardanza Gilan, pero es que he tenido un pequeño altercado.
Gilan no preguntó qué había pasado, Emma supuso que no querían que se enterase.
-Bueno –dijo Halt-, me encantaría conocerte ahora, pero pareces cansada, dormirás en la primera habitación a mano derecha. Ya hablaremos mañana con tranquilidad.
-¡Eh! –Saltó Will- esa es mi habitación.
-Ya, pero es una dama. Tú dormirás aquí con una manta.
Will no objetó.
-Vamos –dijo Halt- vosotros dos y yo tenemos que cepillar a los caballos.
A pesar de su cansancio no objetaron. Esto le resultó extraño, y supuso que querría contarles lo que le había pasado en no se sabe muy bien donde.
Emma se dirigió al cuarto, ahora que había mencionado el cansancio, se sintió exhausta.

Perezosamente, empezaron a entrar los rayos de sol por las rendijas de la persiana. Emma se despertó, pero no abrió los ojos intentando recordar. De nuevo tuvo el sueño de Will, mas se le volvió a escapar la respuesta a sus preguntas. Estaba iracunda, mordió la almohada para ahogar el grito. Mientras se pasaba su arrebato de furia, pensaba en lo poco que había podido oír la noche anterior a los hombres. Por las palabras sueltas que logró descifrar, entendió que debían de contarle la verdad sobre algo. Ahora la tristeza se encogió y alojó en un pequeño rincón de su cerebro, para que el resto fuese ocupado por su curiosidad.
Se levantó rápidamente, se vistió, se arregló el pelo, y salió hacia el comedor. Todos estaban allí, lo cual hizo que su curiosidad fuese en aumento. ¿Qué hacían tan temprano levantados? ¿Por qué no hablaban entre ellos? ¿Y a qué venían esas miraditas? Intentó hacer como si no pasase nada.
-Buenos días –dijo Emma.
-Hola –saludó Will-, ¿Qué tal has dormido?
-Como un tronco, podría haber acabado el mundo y yo no enterarme.
-Me alegro de que hayas descansado –ahora habló el mayor del grupo-. Hay café recién hecho sobre el hornillo.
Fue directa hacia la esquina donde dijo que se encontraba su desayuno, lo cogió y lo llevó a la mesa. Esperaron en silencio hasta que terminó, y después apreció que Will se empezaba a poner tenso a pesar de que lo intentaba disimular.
-Bien –dijo serio Halt-, queríamos hablarte de una pequeña cuestión, ¿sabes quiénes somos?
-Pues claro –dijo algo confusa la muchacha-, usted es Halt, tú Gilan y tú Will, ¿no?
-Sí –respondió el mismo- pero sabes qué somos.
Harta ya de tanta pregunta dijo:
-Por favor, ¿por qué no me lo cantáis y ya está?
-Vale –dijo Gilan-, lo que pasa es que no queríamos decírtelo de golpe para que no te asustases..
-¿Es que acaso sois vándalos?
-No –la tranquilizó Will-, somos –habló lento, pronunciando cada sílaba como si se estuviese condenando a si mismo- montaraces.
Un rayo le recorrió el cuerpo, y su cerebro se puso a trabajar rápidamente.
-¿Qué has dicho? –saltó excitada Emma.
-Sabía que no debía habértelo contado...
-Repite lo último –rogó la chica desesperada.
-No debes tener miedo, no usamos la magia negra como dicen todos...
-¡Me importa un pimiento si usas o no la magia negra! Repite, ¿sois...? –dejó la pregunta en el aire para que la contestasen.
-Montaraces –dijo tímidamente Will.
-Repite.
-Montaraces.
Por fin había comprendido por qué era tan importante lo que colgaba del cuello de Will... ¡Ella tenía uno igual! Era una montaraz. Aquello hizo que explotase de emoción, había recordado parte de su pasado, ahora comprendía por qué todos la miraban mal, y sin darse cuenta, dos ríos de lágrimas de alegría surcaron su cara.
-¿Estás bien? –se alarmó Will.
-Sí, mejor que bien. Déjame un segundo para tranquilizarme.
Ya que le habían dicho la verdad, pensó que debía corresponderles. Una vez consiguió apaciguarse lo más posible dijo:
-A mí también me gustaría contaros algo, pero para contároslo tendré que empezar por el principio...
Les contó lo de su pérdida de memoria, con breves pausas para calmarse; había averiguado algo de su anterior vida, pero aún le quedaba un largo trecho por descubrir.
Una vez terminó, les contó su último hallazgo.
-...y cuando dijiste lo de montaraz me vino una luz a la cabeza, y recordé que yo también lo soy.
La miraron fijamente.
-¿Estás segura? –preguntó cauteloso Gilan.
-Al cien por cien.
-Pues si es cierto –intervino Halt-, deberías tener un caballo, un carcaj, un arco y tus cuchillos.
-Ya, pero no estoy segura de dónde están.
-Mmm... –Empezó Will pensativo- ¿Recuerdas dónde te “despertaste”? –entrecomilló con sus dedos la palabra.
-Creo que sí.
-¿Podrías guiarnos?
-Eso es más complicado –pensó-. Will, ¿recuerdas dónde me encontraste? –el chico asintió-. Llévame allí.