Con un sollozo, cayó al suelo, destrozada por el hecho de ser una desconocida para si misma. Debía buscar respuestas a la cascada de preguntas que se filtraban por su cerebro: ¿De dónde era?, ¿Qué hacía allí?, ¿Cómo se había quedado sin memoria? y por último, pero no menos importante, ¿Cómo se llamaba y quién era?.
Sentía como si una garra le oprimiese el corazón, y por primera vez desde su horrible despertar a la vida sin saber nada de ella, sintió miedo, un miedo que superaba lo racional. Bueno, no podía estar ahí todo el día hundiéndose en su tristeza, con lo cual se secó las lágrimas con el dorso de la mano y se levantó. Era de noche, así que miró si tenía dinero para poder alojarse en una posada; ya pensaría lo que iba a hacer mañana. No encontró dinero, pero no le preocupó, es más le dio igual, estaba exhausta y lo único que quería hacer, era dormir.
Intentó encontrar una posada más o menos fiable, pero por allí era imposible, al final encontró una, que para las que había visto, no le pareció mal. Entró. El hostal estaba plagado de gente. Ahora que lo pensaba, no estaría mal saber qué año era, ¿no?. Se dirigió al mostrador para preguntar, pero creyó que sería un poco extraño, "perdone, ¿me podría decir en qué año estamos?"... ¡Ridículo!
Entonces vio un calendario, y se preguntó si sabría leer, o si en alguna época habría sabido. Para su consuelo, encontró que sí sabía: "año 643 de la Era Común".
Una vez esto, se fue al mostrador, y rogó que no tuviese que pagar hasta mañana.
Una mujer bajita y regordeta, corría de un lado a otro del mostrador gruñendo cosas por lo bajinis.
-Perdone -tuvo que carraspear debido a la falta de uso de sus cuerdas vocales-, ¿Tiene alguna habitación libre?
La mujer la miró, parecía algo asustada, y con la precaución en los ojos asintió lentamente.
-Así es, ¿desea que le subamos la cena?
-No gracias -dijo algo aturdida la chica-, ¿a qué hora se sirve?
-Usted puede venir cuando quiera, señora.
-Mmm... De acuerdo, entonces, ¿me dice cuál es mi habitación?
-Oh, por supuesto, señora, lo siento -dijo acalorada la mujer.
-No tenga prisa.
-Perdone, pero debe darme su nombre, si no es un inconveniente, señora.
-Ah, claro -pensó rápidamente- ... Emma, Emma Walk.
-Está bien, ¿Cuánto se va a quedar?
-Solo esta noche.
-Vale. Acompáñeme, por favor, señora.
A, "Emma" le empezaba a cansar ese trato, y lo de señora. Parecía que la mujercilla la temía, se preguntó quién debió de ser ella para que la tratasen así.
Mientras tanto, empezaron a subir unas escaleras, llegaron a un pequeño pasillo, pero la mujer siguió subiendo.
-Vamos a alojarla en nuestra mejor estancia, tiene agua caliente, y toallas limpias en el baño.
-No es necesario -dijo Emma un tanto preocupada-, no tengo suficiente dinero.
-No piense en dinero, no hace falta que nos pague.
-Ah, vale.
Uff... Al menos no tenía que preocuparse por el dinero.
-Si no le importa la pagaré otro día.
-He dicho que no hace falta.
Emma se sentía mal sin poder pagarla, y esa sensación aumentó al ver a dónde se dirigían. En el pasillo había puertas destartaladas, muchas de ellas rotas, los cuartos eran pequeños, pero al final del pasillo, había una puerta en perfecto estado, incluso con cerradura.
-Aquí se alojará hoy.
Dicho esto, abrió la puerta: no era una habitación como las demás, tampoco es que fuese un lujo, pero no se podía negar, que a diferencia de las demás, estaba impoluta, con sábanas limpias y unos muebles en perfecto estado.
-Gracias, ¿me podría avisar a la hora en la que todo el mundo cena para bajar?
-Sí, señora.
Aquello le recordó al ejercito.
-Ah, por cierto -dijo de manera casual a la mujer- no me llame señora.
-¿Señorita?
-No, solo Emma.
-Está bien señ... Emma.
-Y no me trates de usted, me haces sentir vieja.
Esta vez la mujer no pudo reprimir la risa.
-Oh, dios mío no me reía de us... de ti.
-No se preocupe, de verdad.
-Vale -se notaba que empezaba a coger confianza-, y, por cierto, me llamo Julia, y cualquier cosa que necesites, estaré abajo.
-Gracias.
Y por fin entró en la habitación. La cama era cómoda, y no tardó en quedarse dormida.
No había soñado aún cuando un ayudante de Julia vino a despertarla. Observó al chico: no era muy alto que se dijese, tendría al rededor de su edad, y, por primera vez en el día se encontró con alguien que parecía no tenerle miedo, no debía de haberla conocido en "su otra vida".