-Bueno, qué me dices, ¿te hago de guía o no?
Bendiciendo el cielo y todos los astros del firmamento, Emma puso cara pensativa, aunque tenía muy claro lo que iba a decir.
-En fin, tendré que considerarlo, ¿mañana vas a venir a trabajar?
-Sí.
-Vale, pues ¿quedamos para hablar en el desayuno?
-De acuerdo, ¿a las 10:00 te parece bien?
-Sí, hasta mañana -y se levantó.
Will hizo con la mano un gesto de despedida.
La muchacha subió lentamente, y casi sin enterarse, se había acostado. Estaba cansada, pero había algo en su cerebro que le impedía dormir. Tenía el presentimiento de que había visto algo, o alguien que le había abierto una pequeña puerta para recordar una parte de su vida, pero por desgracia, lo había olvidado.
Lo peor de perder la memoria, aparte de no saber quien eres, y saber que todo el mundo te puede mentir, era lo de olvidar esas especies de visiones de tu pasado que se tiene de vez en cuando; como algunos sueños, que cuando te despiertas los recuerdas, pero un minuto después lo olvidas, y no consigues recordarlo. Pues igual, pero más frustrante.
Intentó olvidarse de aquel tema, y casi sin darse cuenta, el cansancio la venció.
Aquella noche soñó con Will, con algo de su cuello... aquella era la pista... casi lo tenía... ¡Oh! Se le volvió a escapar. De repente se topó con unos ojos marrones; era Julia.
-A levantarse -dijo cariñosamente la mujer.
Aún aturdida por aquel maldito sueño, bostezó, y se estiró en toda su amplitud.
-Hola.
-Ya tienes el desayuno preparado: café y bollos.
-Gracias.
Se levantó, "qué remedio -pensó Emma". Fue al baño, y dejó que las frías gotas de agua empapasen su rostro. Mucho mejor. Se peinó y vistió a todo correr, tenía un hambre voraz.
Cuando bajó, se sentó en la mesa más alejada, ya que no quería barullo. En seguida llegó Will con el desayuno.
-Buenas tardes Bella durmiente.
Sobresaltada miró a Will.
-¿Tardes?¿Qué hora es?
-Las cuatro.
-Oh. Lo siento. ¿Por qué no me has despertado?
-¡Si lo intenté!¡Me pegaste una patada!
-Vaya... Perdona.
-Nada. Mmm... Este café está frío, y los bollos ya están duros como piedras... ¿prefieres que te traiga la comida que acaban de preparar?
-Si no es molestia...
-Ahora vuelvo.
Poco después llegó con la comida en la bandeja.
-Bueno -dijo Will-, ¿por dónde quieres comenzar?
-No sé, me da igual, pero -habló en un susurro- que sea fuera de este barrio.
-Sí, no me parece mal.
Dicho esto, empezó a comer rápidamente. Hasta que no acabó no volvieron a hablar.
-Bueno, ¿nos vamos?
Emma tenía sentimientos contrarios, ya que deseaba con toda su alma recordar quien era, pero también tenía miedo de lo que podía encontrarse. Aquello le hizo dudar unos segundos, y aquello no pasó desapercibido para Will, pero no dijo nada al respecto.
-Pero, ¿no tendrías que trabajar?
-Sí, bueno... es que... -pensó el chico- lo he dejado, ya tengo el dinero suficiente.
-Ah -dijo algo recelosa Emma.
Tenía el presentimiento de que no le estaba diciendo la verdad, pero como quería terminar cuanto antes en su búsqueda del pasado, no objetó.
-Vamos -dijo Emma con decisión.
Will salió en primer lugar, no se despidió de nadie. Cuando salieron a la luz natural, y podía apreciar todo con más claridad, se fijó en Will: ya se había fijado antes, pero le pareció muy diferente, ahora podía apreciar que sus ojos eran verdes, como los suyos, y que sus alborotados cabellos eran negros como el azabache. Llevaba un cinto, pero estaba oculto por su capa.
Cuando anduvieron calle abajo, se alegró de estar con Will; la mayor parte de los viandantes eran hombres borrachos. Para su horror, vio que al final de la calle, en un callejón, había un hombre que les miraba atentamente. Era alto y corpulento. Estaba al lado de un poni lanudo, tenía cara de pocos amigos, y para mayor horror vio como Will se dirigía directamente hacia él con decisión.
-¿Algún problema amigo?
-En realidad, sí. Verás -sacó una navaja como si no pasara nada y se puso a juguetear con ella-, desgraciadamente, ayer no era mi día de suerte, y perdí mucho dinero apostando, mejor dicho, lo perdí todo. Entonces -empuñó el cuchillo como si fuese a trinchar un pollo- había pensado, que alguien como tú podría ayudarme con mis problemas económicos.
Emma se dio cuenta, que estaba a casi metro y medio de Will, intentó acercarse, pero el extraño le lanzó una mirada que le impidió moverse.
-Me temo -dijo Will con tranquilidad-, que no va a poder ser.
-Ya -dijo avanzando lentamente hacia Will- pues yo me temo, que tendré que imponer medidas.
Casi sin darse cuenta, el hombre cambió de dirección y cogió a Emma situándole la navaja en la yugular. Will se movió rápidamente, casi al tiempo del desconocido, y desenvainó una especie de espada diminuta. En un vuelo las tornas cambiaron: Emma quedó libre, y Will ahora sostenía su cuchillo debajo de la barbilla de el hombre, mientras éste echaba cada vez más atrás su cabeza.
-No me mates -dijo en forma de plegaria-, ahora me voy y no vuelvo a molestaros.
-Si te vas es porque yo quiero -dijo Will fijando una mirada intensa en el extraño-, y me lo estoy pensando seriamente.
Emma no pudo saber qué pasó, pero su comportamiento, la decisión de sus palabras, y el hecho de que le hubiese salvado la vida, provocó el nacimiento de un sentimiento intenso en el fondo de su corazón.
-No me mates -repitió el hombre.
-Yo no soy un vulgar asesino. Te voy a soltar, pero quiero que salgas muy despacio del callejón, y que luego corras como si te fuera la vida en ello, ah, y no mires atras.
Dicho esto, obedeció las indicaciones que le había dado Will, y quedaron en silencio mientras miraban como se alejaba el personaje.
Cuando por fin se aflojó el nudo que oprimía su garganta, consiguió hablar.
-Gracias -dijo en un susurro, y notó como se desbordaban las lágrimas.
Will la miró, y la abrazó con ternura.
-No hay de que.
Bendiciendo el cielo y todos los astros del firmamento, Emma puso cara pensativa, aunque tenía muy claro lo que iba a decir.
-En fin, tendré que considerarlo, ¿mañana vas a venir a trabajar?
-Sí.
-Vale, pues ¿quedamos para hablar en el desayuno?
-De acuerdo, ¿a las 10:00 te parece bien?
-Sí, hasta mañana -y se levantó.
Will hizo con la mano un gesto de despedida.
La muchacha subió lentamente, y casi sin enterarse, se había acostado. Estaba cansada, pero había algo en su cerebro que le impedía dormir. Tenía el presentimiento de que había visto algo, o alguien que le había abierto una pequeña puerta para recordar una parte de su vida, pero por desgracia, lo había olvidado.
Lo peor de perder la memoria, aparte de no saber quien eres, y saber que todo el mundo te puede mentir, era lo de olvidar esas especies de visiones de tu pasado que se tiene de vez en cuando; como algunos sueños, que cuando te despiertas los recuerdas, pero un minuto después lo olvidas, y no consigues recordarlo. Pues igual, pero más frustrante.
Intentó olvidarse de aquel tema, y casi sin darse cuenta, el cansancio la venció.
Aquella noche soñó con Will, con algo de su cuello... aquella era la pista... casi lo tenía... ¡Oh! Se le volvió a escapar. De repente se topó con unos ojos marrones; era Julia.
-A levantarse -dijo cariñosamente la mujer.
Aún aturdida por aquel maldito sueño, bostezó, y se estiró en toda su amplitud.
-Hola.
-Ya tienes el desayuno preparado: café y bollos.
-Gracias.
Se levantó, "qué remedio -pensó Emma". Fue al baño, y dejó que las frías gotas de agua empapasen su rostro. Mucho mejor. Se peinó y vistió a todo correr, tenía un hambre voraz.
Cuando bajó, se sentó en la mesa más alejada, ya que no quería barullo. En seguida llegó Will con el desayuno.
-Buenas tardes Bella durmiente.
Sobresaltada miró a Will.
-¿Tardes?¿Qué hora es?
-Las cuatro.
-Oh. Lo siento. ¿Por qué no me has despertado?
-¡Si lo intenté!¡Me pegaste una patada!
-Vaya... Perdona.
-Nada. Mmm... Este café está frío, y los bollos ya están duros como piedras... ¿prefieres que te traiga la comida que acaban de preparar?
-Si no es molestia...
-Ahora vuelvo.
Poco después llegó con la comida en la bandeja.
-Bueno -dijo Will-, ¿por dónde quieres comenzar?
-No sé, me da igual, pero -habló en un susurro- que sea fuera de este barrio.
-Sí, no me parece mal.
Dicho esto, empezó a comer rápidamente. Hasta que no acabó no volvieron a hablar.
-Bueno, ¿nos vamos?
Emma tenía sentimientos contrarios, ya que deseaba con toda su alma recordar quien era, pero también tenía miedo de lo que podía encontrarse. Aquello le hizo dudar unos segundos, y aquello no pasó desapercibido para Will, pero no dijo nada al respecto.
-Pero, ¿no tendrías que trabajar?
-Sí, bueno... es que... -pensó el chico- lo he dejado, ya tengo el dinero suficiente.
-Ah -dijo algo recelosa Emma.
Tenía el presentimiento de que no le estaba diciendo la verdad, pero como quería terminar cuanto antes en su búsqueda del pasado, no objetó.
-Vamos -dijo Emma con decisión.
Will salió en primer lugar, no se despidió de nadie. Cuando salieron a la luz natural, y podía apreciar todo con más claridad, se fijó en Will: ya se había fijado antes, pero le pareció muy diferente, ahora podía apreciar que sus ojos eran verdes, como los suyos, y que sus alborotados cabellos eran negros como el azabache. Llevaba un cinto, pero estaba oculto por su capa.
Cuando anduvieron calle abajo, se alegró de estar con Will; la mayor parte de los viandantes eran hombres borrachos. Para su horror, vio que al final de la calle, en un callejón, había un hombre que les miraba atentamente. Era alto y corpulento. Estaba al lado de un poni lanudo, tenía cara de pocos amigos, y para mayor horror vio como Will se dirigía directamente hacia él con decisión.
-¿Algún problema amigo?
-En realidad, sí. Verás -sacó una navaja como si no pasara nada y se puso a juguetear con ella-, desgraciadamente, ayer no era mi día de suerte, y perdí mucho dinero apostando, mejor dicho, lo perdí todo. Entonces -empuñó el cuchillo como si fuese a trinchar un pollo- había pensado, que alguien como tú podría ayudarme con mis problemas económicos.
Emma se dio cuenta, que estaba a casi metro y medio de Will, intentó acercarse, pero el extraño le lanzó una mirada que le impidió moverse.
-Me temo -dijo Will con tranquilidad-, que no va a poder ser.
-Ya -dijo avanzando lentamente hacia Will- pues yo me temo, que tendré que imponer medidas.
Casi sin darse cuenta, el hombre cambió de dirección y cogió a Emma situándole la navaja en la yugular. Will se movió rápidamente, casi al tiempo del desconocido, y desenvainó una especie de espada diminuta. En un vuelo las tornas cambiaron: Emma quedó libre, y Will ahora sostenía su cuchillo debajo de la barbilla de el hombre, mientras éste echaba cada vez más atrás su cabeza.
-No me mates -dijo en forma de plegaria-, ahora me voy y no vuelvo a molestaros.
-Si te vas es porque yo quiero -dijo Will fijando una mirada intensa en el extraño-, y me lo estoy pensando seriamente.
Emma no pudo saber qué pasó, pero su comportamiento, la decisión de sus palabras, y el hecho de que le hubiese salvado la vida, provocó el nacimiento de un sentimiento intenso en el fondo de su corazón.
-No me mates -repitió el hombre.
-Yo no soy un vulgar asesino. Te voy a soltar, pero quiero que salgas muy despacio del callejón, y que luego corras como si te fuera la vida en ello, ah, y no mires atras.
Dicho esto, obedeció las indicaciones que le había dado Will, y quedaron en silencio mientras miraban como se alejaba el personaje.
Cuando por fin se aflojó el nudo que oprimía su garganta, consiguió hablar.
-Gracias -dijo en un susurro, y notó como se desbordaban las lágrimas.
Will la miró, y la abrazó con ternura.
-No hay de que.
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