Hola

Posted on 22:52
Igual hasta dentro de un tiempo no vuelvo a escribir... Es que ultimamente no paro casi en casa, y cuando estoy en ella, suelo dormiiir...
A lo mejor un dia me entra la vena y escribo, pero no creo...
Buenoo, feliz verano!!

Hola

Posted on 14:41
A lo mejor estoy una temporada sin escribir, pero la retomaré.
Ahora estoy con una amiga en un nuevo proyecto. El blog se llama Corazón de papel la dirección es http://blogcorazondepapel.blogspot.com, en este blog se comentarán libros se votarán y recomendarán, habrá numerosos concursos de relatos y dibujos, así conseguiréis tener un poco más de fama, si es que la necesitais claro xDD.
Espero que os paseis por allí y recomendéis el blog.
El correo al que podéis escribir sugerencias es el siguiente: corazondepapel7@gmail.com

Recopilación de capítulos.

Posted on 15:12
El Principio.

Ella no lo sabía, pero un joven de baja estatura le seguía sigilosamente. Él no entendía que podía hacer una damisela por aquellos lares, no era el mejor sitio para frecuentar amistades.
La joven tampoco sabía que hacía allí; no recordaba nada, solo un rostro, no precisamente agradable: era de un señor de alrededor de los 40, tenía una cruel sonrisa, y unos ojos del color de la pizarra, tan profundos como un pozo, tenía la nariz ligeramente torcida a la izquierda y su perilla y bigote repeinados eran castaños, pero las canas ya afloraban; tenía el pelo cortado a lo tazón, y su chaleco marrón no se podía permitir el lujo de abrochar los botones centrales.
Al no recordar nada, se preguntaba por qué en su corazón quedaban posos de odio para aquel rostro tan cruel.

No tenía muy claro qué iba a hacer ahora, pero antes de que la angustia y la tristeza la inundasen, su curiosidad pudo con ella, y buscó un escaparate donde reflejarse. No le costó mucho, y se encontró de frente con una chica no muy alta, con dos trenzas pelirrojas que la caían por los hombros hasta el pecho, tenía pecas y unos ojos verdes. Pensó que no estaba mal del todo, y que por su apariencia, no debía pertenecer a aquella zona de allí. Tenía puesta una capa azul y un vestido sencillo blanco; de acuerdo, no de la realeza, pero tampoco de aquel barrio de mal agüero. Y por fin, satisfecha su curiosidad, se dejó invadir por la desesperación.

Desconocida.

Con un sollozo, cayó al suelo, destrozada por el hecho de ser una desconocida para si misma. Debía buscar respuestas a la cascada de preguntas que se filtraban por su cerebro: ¿De dónde era?, ¿Qué hacía allí?, ¿Cómo se había quedado sin memoria? y por último, pero no menos importante, ¿Cómo se llamaba y quién era?.
Sentía como si una garra le oprimiese el corazón, y por primera vez desde su horrible despertar a la vida sin saber nada de ella, sintió miedo, un miedo que superaba lo racional. Bueno, no podía estar ahí todo el día hundiéndose en su tristeza, con lo cual se secó las lágrimas con el dorso de la mano y se levantó. Era de noche, así que miró si tenía dinero para poder alojarse en una posada; ya pensaría lo que iba a hacer mañana. No encontró dinero, pero no le preocupó, es más le dio igual, estaba exhausta y lo único que quería hacer, era dormir.
Intentó encontrar una posada más o menos fiable, pero por allí era imposible, al final encontró una, que para las que había visto, no le pareció mal. Entró. El hostal estaba plagado de gente. Ahora que lo pensaba, no estaría mal saber qué año era, ¿no?. Se dirigió al mostrador para preguntar, pero creyó que sería un poco extraño, "perdone, ¿me podría decir en qué año estamos?"... ¡Ridículo!
Entonces vio un calendario, y se preguntó si sabría leer, o si en alguna época habría sabido. Para su consuelo, encontró que sí sabía: "año 643 de la Era Común".
Una vez esto, se fue al mostrador, y rogó que no tuviese que pagar hasta mañana.
Una mujer bajita y regordeta, corría de un lado a otro del mostrador gruñendo cosas por lo bajinis.
-Perdone -tuvo que carraspear debido a la falta de uso de sus cuerdas vocales-, ¿Tiene alguna habitación libre?
La mujer la miró, parecía algo asustada, y con la precaución en los ojos asintió lentamente.
-Así es, ¿desea que le subamos la cena?
-No gracias -dijo algo aturdida la chica-, ¿a qué hora se sirve?
-Usted puede venir cuando quiera, señora.
-Mmm... De acuerdo, entonces, ¿me dice cuál es mi habitación?
-Oh, por supuesto, señora, lo siento -dijo acalorada la mujer.
-No tenga prisa.
-Perdone, pero debe darme su nombre, si no es un inconveniente, señora.
-Ah, claro -pensó rápidamente- ... Emma, Emma Walk.
-Está bien, ¿Cuánto se va a quedar?
-Solo esta noche.
-Vale. Acompáñeme, por favor, señora.
A, "Emma" le empezaba a cansar ese trato, y lo de señora. Parecía que la mujercilla la temía, se preguntó quién debió de ser ella para que la tratasen así.
Mientras tanto, empezaron a subir unas escaleras, llegaron a un pequeño pasillo, pero la mujer siguió subiendo.
-Vamos a alojarla en nuestra mejor estancia, tiene agua caliente, y toallas limpias en el baño.
-No es necesario -dijo Emma un tanto preocupada-, no tengo suficiente dinero.
-No piense en dinero, no hace falta que nos pague.
-Ah, vale.
Uff... Al menos no tenía que preocuparse por el dinero.
-Si no le importa la pagaré otro día.
-He dicho que no hace falta.
Emma se sentía mal sin poder pagarla, y esa sensación aumentó al ver a dónde se dirigían. En el pasillo había puertas destartaladas, muchas de ellas rotas, los cuartos eran pequeños, pero al final del pasillo, había una puerta en perfecto estado, incluso con cerradura.
-Aquí se alojará hoy.
Dicho esto, abrió la puerta: no era una habitación como las demás, tampoco es que fuese un lujo, pero no se podía negar, que a diferencia de las demás, estaba impoluta, con sábanas limpias y unos muebles en perfecto estado.
-Gracias, ¿me podría avisar a la hora en la que todo el mundo cena para bajar?
-Sí, señora.
Aquello le recordó al ejercito.
-Ah, por cierto -dijo de manera casual a la mujer- no me llame señora.
-¿Señorita?
-No, solo Emma.
-Está bien señ... Emma.
-Y no me trates de usted, me haces sentir vieja.
Esta vez la mujer no pudo reprimir la risa.
-Oh, dios mío no me reía de us... de ti.
-No se preocupe, de verdad.
-Vale -se notaba que empezaba a coger confianza-, y, por cierto, me llamo Julia, y cualquier cosa que necesites, estaré abajo.
-Gracias.
Y por fin entró en la habitación. La cama era cómoda, y no tardó en quedarse dormida.
No había soñado aún cuando un ayudante de Julia vino a despertarla. Observó al chico: no era muy alto que se dijese, tendría al rededor de su edad, y, por primera vez en el día se encontró con alguien que parecía no tenerle miedo, no debía de haberla conocido en "su otra vida".

Por la tangente.

-Hola -dijo amablemente el chico-, ya es hora de cenar.
Contenta de que por fin alguien la tratase normalmente sonrió de oreja a oreja.
-Hola, ahora en seguida bajo, ¿qué hay de cenar?
-De primer plato hay sopa de verduras, y de segundo pollo. De postre puedes tomar, o fruta, o pudin. No te recomiendo el pudin, está lleno de moho.
Soltando una carcajada, se levantó y se fue hacia el baño dando ha entender que quería privacidad. Mientras se arreglaba el cabello y las ropas, pensaba, que el nombre de Emma Walk le había salido como muy rápido, ¿y si ese era su nombre? ¿Por fin podría encontrar respuestas? Se deshizo de aquella esperanza, porque si no era así, se llevaría un chasco. También pensó que debería averiguar dónde se encontraba y conseguir un guía, pero sin dinero le iba a resultar difícil. Bajó por la destartalada escalera, y al llegar al comedor, vio al ayudante sentado en una mesa, con dos platos de sopa enfrente de él. Cuando la vio en el pie de la escalera, le hizo una seña para que fuese. Esto le sorprendió, a lo mejor él la conocía. Le miró, y por primera vez se fijó bien en él: parecía simpático, y el simple gesto que tenía de sonreír le pareció que era contagioso, porque sin darse cuenta empezó a sonreír. Finalmente se dirigió a su mesa, pero una pequeña parte de su cerebro, algo de su vida pasada, le decía que siempre estuviese alerta. Se preguntó de nuevo, quién fue anteriormente.
-Hola de nuevo -dijo el chico-. Te he pedido la comida. Espero que no te importe.
-No claro que no. Gracias.
-No hay de que. Te vi llegar, parecías desorientada, no eres de por aquí ¿verdad?
"Oh, dios mío -pensó Emma acalorada-. Responde con preguntas, responde con preguntas y salte por la tangente"
-Y tú, ¿eres de por aquí?
-No.
-Y ¿qué haces aquí?
-Trabajar, ¿es que no se nota?
-La verdad, no me pareces ayudante de Julia. Esa mujer es una gruñona, y no creo que deje un respiro a nadie. Y, sin embargo, tú estás tan tranquilo conversando conmigo. La verdad, no me cuadra.
-Perdona, pero en realidad estoy en mi turno de descanso para la cena.
-Ah claro -dijo sarcásticamente Emma.
-Bueno, si no me quieres creer, allá tú, pero aún no has contestado a mi pregunta.
"Mierda -maldijo Emma."
-Mmm... No, no soy exactamente de aquí, y la verdad es que estoy un poco perdida.
-¿Te puedo ayudar a encontrarte?
-No tengo dinero.
-Contaba con ello.
-Antes de nada, creo que debería saber tu nombre ¿no?
-Oh, claro, que despiste. Soy Will, encantado -le tendió la mano.
-Yo Emma -y le estrechó la mano.

Problemas económicos.

-Bueno, qué me dices, ¿te hago de guía o no?
Bendiciendo el cielo y todos los astros del firmamento, Emma puso cara pensativa, aunque tenía muy claro lo que iba a decir.
-En fin, tendré que considerarlo, ¿mañana vas a venir a trabajar?
-Sí.
-Vale, pues ¿quedamos para hablar en el desayuno?
-De acuerdo, ¿a las 10:00 te parece bien?
-Sí, hasta mañana -y se levantó.
Will hizo con la mano un gesto de despedida.
La muchacha subió lentamente, y casi sin enterarse, se había acostado. Estaba cansada, pero había algo en su cerebro que le impedía dormir. Tenía el presentimiento de que había visto algo, o alguien que le había abierto una pequeña puerta para recordar una parte de su vida, pero por desgracia, lo había olvidado.
Lo peor de perder la memoria, aparte de no saber quien eres, y saber que todo el mundo te puede mentir, era lo de olvidar esas especies de visiones de tu pasado que se tiene de vez en cuando; como algunos sueños, que cuando te despiertas los recuerdas, pero un minuto después lo olvidas, y no consigues recordarlo. Pues igual, pero más frustrante.
Intentó olvidarse de aquel tema, y casi sin darse cuenta, el cansancio la venció.
Aquella noche soñó con Will, con algo de su cuello... aquella era la pista... casi lo tenía... ¡Oh! Se le volvió a escapar. De repente se topó con unos ojos marrones; era Julia.
-A levantarse -dijo cariñosamente la mujer.
Aún aturdida por aquel maldito sueño, bostezó, y se estiró en toda su amplitud.
-Hola.
-Ya tienes el desayuno preparado: café y bollos.
-Gracias.
Se levantó, "qué remedio -pensó Emma". Fue al baño, y dejó que las frías gotas de agua empapasen su rostro. Mucho mejor. Se peinó y vistió a todo correr, tenía un hambre voraz.
Cuando bajó, se sentó en la mesa más alejada, ya que no quería barullo. En seguida llegó Will con el desayuno.
-Buenas tardes Bella durmiente.
Sobresaltada miró a Will.
-¿Tardes?¿Qué hora es?
-Las cuatro.
-Oh. Lo siento. ¿Por qué no me has despertado?
-¡Si lo intenté!¡Me pegaste una patada!
-Vaya... Perdona.
-Nada. Mmm... Este café está frío, y los bollos ya están duros como piedras... ¿prefieres que te traiga la comida que acaban de preparar?
-Si no es molestia...
-Ahora vuelvo.
Poco después llegó con la comida en la bandeja.
-Bueno -dijo Will-, ¿por dónde quieres comenzar?
-No sé, me da igual, pero -habló en un susurro- que sea fuera de este barrio.
-Sí, no me parece mal.
Dicho esto, empezó a comer rápidamente. Hasta que no acabó no volvieron a hablar.
-Bueno, ¿nos vamos?
Emma tenía sentimientos contrarios, ya que deseaba con toda su alma recordar quien era, pero también tenía miedo de lo que podía encontrarse. Aquello le hizo dudar unos segundos, y aquello no pasó desapercibido para Will, pero no dijo nada al respecto.
-Pero, ¿no tendrías que trabajar?
-Sí, bueno... es que... -pensó el chico- lo he dejado, ya tengo el dinero suficiente.
-Ah -dijo algo recelosa Emma.
Tenía el presentimiento de que no le estaba diciendo la verdad, pero como quería terminar cuanto antes en su búsqueda del pasado, no objetó.
-Vamos -dijo Emma con decisión.
Will salió en primer lugar, no se despidió de nadie. Cuando salieron a la luz natural, y podía apreciar todo con más claridad, se fijó en Will: ya se había fijado antes, pero le pareció muy diferente, ahora podía apreciar que sus ojos eran verdes, como los suyos, y que sus alborotados cabellos eran negros como el azabache. Llevaba un cinto, pero estaba oculto por su capa.
Cuando anduvieron calle abajo, se alegró de estar con Will; la mayor parte de los viandantes eran hombres borrachos. Para su horror, vio que al final de la calle, en un callejón, había un hombre que les miraba atentamente. Era alto y corpulento. Estaba al lado de un poni lanudo, tenía cara de pocos amigos, y para mayor horror vio como Will se dirigía directamente hacia él con decisión.
-¿Algún problema amigo?
-En realidad, sí. Verás -sacó una navaja como si no pasara nada y se puso a juguetear con ella-, desgraciadamente, ayer no era mi día de suerte, y perdí mucho dinero apostando, mejor dicho, lo perdí todo. Entonces -empuñó el cuchillo como si fuese a trinchar un pollo- había pensado, que alguien como tú podría ayudarme con mis problemas económicos.
Emma se dio cuenta, que estaba a casi metro y medio de Will, intentó acercarse, pero el extraño le lanzó una mirada que le impidió moverse.
-Me temo -dijo Will con tranquilidad-, que no va a poder ser.
-Ya -dijo avanzando lentamente hacia Will- pues yo me temo, que tendré que imponer medidas.
Casi sin darse cuenta, el hombre cambió de dirección y cogió a Emma situándole la navaja en la yugular. Will se movió rápidamente, casi al tiempo del desconocido, y desenvainó una especie de espada diminuta. En un vuelo las tornas cambiaron: Emma quedó libre, y Will ahora sostenía su cuchillo debajo de la barbilla de el hombre, mientras éste echaba cada vez más atrás su cabeza.
-No me mates -dijo en forma de plegaria-, ahora me voy y no vuelvo a molestaros.
-Si te vas es porque yo quiero -dijo Will fijando una mirada intensa en el extraño-, y me lo estoy pensando seriamente.
Emma no pudo saber qué pasó, pero su comportamiento, la decisión de sus palabras, y el hecho de que le hubiese salvado la vida, provocó el nacimiento de un sentimiento intenso en el fondo de su corazón.
-No me mates -repitió el hombre.
-Yo no soy un vulgar asesino. Te voy a soltar, pero quiero que salgas muy despacio del callejón, y que luego corras como si te fuera la vida en ello, ah, y no mires atras.
Dicho esto, obedeció las indicaciones que le había dado Will, y quedaron en silencio mientras miraban como se alejaba el personaje.
Cuando por fin se aflojó el nudo que oprimía su garganta, consiguió hablar.
-Gracias -dijo en un susurro, y notó como se desbordaban las lágrimas.
Will la miró, y la abrazó con ternura.
-No hay de que.
Publicado por Leedora compulsiva en 20:39 0 comentarios
lunes 13 de abril de 2009
Por la tangente.
-Hola -dijo amablemente el chico-, ya es hora de cenar.
Contenta de que por fin alguien la tratase normalmente sonrió de oreja a oreja.
-Hola, ahora en seguida bajo, ¿qué hay de cenar?
-De primer plato hay sopa de verduras, y de segundo pollo. De postre puedes tomar, o fruta, o pudin. No te recomiendo el pudin, está lleno de moho.
Soltando una carcajada, se levantó y se fue hacia el baño dando ha entender que quería privacidad. Mientras se arreglaba el cabello y las ropas, pensaba, que el nombre de Emma Walk le había salido como muy rápido, ¿y si ese era su nombre? ¿Por fin podría encontrar respuestas? Se deshizo de aquella esperanza, porque si no era así, se llevaría un chasco. También pensó que debería averiguar dónde se encontraba y conseguir un guía, pero sin dinero le iba a resultar difícil. Bajó por la destartalada escalera, y al llegar al comedor, vio al ayudante sentado en una mesa, con dos platos de sopa enfrente de él. Cuando la vio en el pie de la escalera, le hizo una seña para que fuese. Esto le sorprendió, a lo mejor él la conocía. Le miró, y por primera vez se fijó bien en él: parecía simpático, y el simple gesto que tenía de sonreír le pareció que era contagioso, porque sin darse cuenta empezó a sonreír. Finalmente se dirigió a su mesa, pero una pequeña parte de su cerebro, algo de su vida pasada, le decía que siempre estuviese alerta. Se preguntó de nuevo, quién fue anteriormente.
-Hola de nuevo -dijo el chico-. Te he pedido la comida. Espero que no te importe.
-No claro que no. Gracias.
-No hay de que. Te vi llegar, parecías desorientada, no eres de por aquí ¿verdad?
"Oh, dios mío -pensó Emma acalorada-. Responde con preguntas, responde con preguntas y salte por la tangente"
-Y tú, ¿eres de por aquí?
-No.
-Y ¿qué haces aquí?
-Trabajar, ¿es que no se nota?
-La verdad, no me pareces ayudante de Julia. Esa mujer es una gruñona, y no creo que deje un respiro a nadie. Y, sin embargo, tú estás tan tranquilo conversando conmigo. La verdad, no me cuadra.
-Perdona, pero en realidad estoy en mi turno de descanso para la cena.
-Ah claro -dijo sarcásticamente Emma.
-Bueno, si no me quieres creer, allá tú, pero aún no has contestado a mi pregunta.
"Mierda -maldijo Emma."
-Mmm... No, no soy exactamente de aquí, y la verdad es que estoy un poco perdida.
-¿Te puedo ayudar a encontrarte?
-No tengo dinero.
-Contaba con ello.
-Antes de nada, creo que debería saber tu nombre ¿no?
-Oh, claro, que despiste. Soy Will, encantado -le tendió la mano.
-Yo Emma -y le estrechó la mano.

La Verdad.

Una vez se calmó, Will la soltó de su largo abrazó, la miró y señaló al caballo.
-Partamos cuanto antes –dijo susurrando algo al cuadrúpedo.
-¿Es tuyo?
-Sí, ¿te gusta?
La chica asintió. Mientras pensaba subió al pony. Cada vez estaba más segura de que no era solo un camarero; aquella rapidez... aquella facilidad para manejar los cuchillos... Su pequeño y lanudo caballo... No le cuadraba, y había aún más, pero no recordaba el qué.
Por fin se subió Will y partieron al trote fuera de miradas indiscretas. No tardaron en salir a campo abierto. Aquel olor a hierba mojada le gustaba, y la libertad de el bosque. Sintió ganas de gritar de júbilo.
-Agárrate bien a mí, que ahora vamos a ir al galope.
Ella obedeció, le agarró de la cintura y apoyó su barbilla en el hombro del chico.
Fueron por un sendero del bosque, y pronto avistaron una pequeña cabaña a lo lejos.
-Mi casa –dijo Will con un suspiro.
¿Iba a conocer a la familia de Will? “Oh dios mío –pensó Emma-, que horror. ¿Y si me preguntan de dónde vengo, o si dicen que les cuente alguna anécdota de mi pasado?”. La chica palideció. ¿Qué iba a hacer?
Llegaron a un pequeño establo, donde había otro pony lanudo. Will desmontó y Emma le siguió. Debía de estar más pálida de lo que pensaba, porque Will la miró atentamente.
-¿Estás bien? –preguntó algo preocupado.
-Sí –mintió-, solo algo mareada.
Cruzaron la puerta. No había nadie.
-¿Qué raro? –Masculló Will-. Debería estar en casa...
Notó como alguien se deslizaba por el establo. Miró a Will.
-Hay alguien en el establo –dijo Emma con asustada.
-Shhh –le puso un dedo en los labios y escuchó atentamente.
Se volvió a oír. Will también se movió con sigilo hacía el otro extremo de la casa, donde no estaban los caballos. Dio la vuelta hasta dirigirse al establo.
-Hola Gilan –saludó como si nada Will.
-Vaya, pensé que te iba a sorprender.
Inquieta, Emma se dirigió al establo donde conversaban los dos hombres.
-Emma, este es Gilan –dijo señalando a un espigado hombre con el pelo castaño hasta casi los hombros-, es un... amigo mío.
Emma se dio cuenta de la pequeña pausa antes de decir amigo.
-Encantada.
-Mmm... Emma, ¿te importaría dejarnos un momento?
La chica se fue hacia la puerta, y lo único que pudo escuchar fueron susurros ininteligibles.
-Bueno –dijo Will aproximándose-, entremos y pongámonos cómodos.
Entraron a la pequeña cabaña. Era bonita, y estaba inmaculada, además tenía un toque hogareño que te hacía sentir como en casa.
Pasaron una tarde agradable, hablando de temas sin importancia, algo sinsentido, y cuando Emma intentaba preguntar por como había conseguido moverse tan rápido con sus cuchillos, siempre acababan desviándose del tema. Pronto descubrió que Gilan era alguien en quien podría confiar.
Un rato después de la cena, se escucharon cascos de caballo.
-Es Halt –dijo Will.
-¿Quiénes Halt?
-Es mi maest... –dudó- es un muy buen amigo mío.
Notó como había dudado, le iba a preguntar, cuando Will se levantó y se dirigió a la puerta.
Un hombre, más bien bajito, con alguna que otra cana en su negro cabello, entró. No se sorprendió porque ella estuviese allí.
-Buenas noches –la saludó- siento la tardanza Gilan, pero es que he tenido un pequeño altercado.
Gilan no preguntó qué había pasado, Emma supuso que no querían que se enterase.
-Bueno –dijo Halt-, me encantaría conocerte ahora, pero pareces cansada, dormirás en la primera habitación a mano derecha. Ya hablaremos mañana con tranquilidad.
-¡Eh! –Saltó Will- esa es mi habitación.
-Ya, pero es una dama. Tú dormirás aquí con una manta.
Will no objetó.
-Vamos –dijo Halt- vosotros dos y yo tenemos que cepillar a los caballos.
A pesar de su cansancio no objetaron. Esto le resultó extraño, y supuso que querría contarles lo que le había pasado en no se sabe muy bien donde.
Emma se dirigió al cuarto, ahora que había mencionado el cansancio, se sintió exhausta.

Perezosamente, empezaron a entrar los rayos de sol por las rendijas de la persiana. Emma se despertó, pero no abrió los ojos intentando recordar. De nuevo tuvo el sueño de Will, mas se le volvió a escapar la respuesta a sus preguntas. Estaba iracunda, mordió la almohada para ahogar el grito. Mientras se pasaba su arrebato de furia, pensaba en lo poco que había podido oír la noche anterior a los hombres. Por las palabras sueltas que logró descifrar, entendió que debían de contarle la verdad sobre algo. Ahora la tristeza se encogió y alojó en un pequeño rincón de su cerebro, para que el resto fuese ocupado por su curiosidad.
Se levantó rápidamente, se vistió, se arregló el pelo, y salió hacia el comedor. Todos estaban allí, lo cual hizo que su curiosidad fuese en aumento. ¿Qué hacían tan temprano levantados? ¿Por qué no hablaban entre ellos? ¿Y a qué venían esas miraditas? Intentó hacer como si no pasase nada.
-Buenos días –dijo Emma.
-Hola –saludó Will-, ¿Qué tal has dormido?
-Como un tronco, podría haber acabado el mundo y yo no enterarme.
-Me alegro de que hayas descansado –ahora habló el mayor del grupo-. Hay café recién hecho sobre el hornillo.
Fue directa hacia la esquina donde dijo que se encontraba su desayuno, lo cogió y lo llevó a la mesa. Esperaron en silencio hasta que terminó, y después apreció que Will se empezaba a poner tenso a pesar de que lo intentaba disimular.
-Bien –dijo serio Halt-, queríamos hablarte de una pequeña cuestión, ¿sabes quiénes somos?
-Pues claro –dijo algo confusa la muchacha-, usted es Halt, tú Gilan y tú Will, ¿no?
-Sí –respondió el mismo- pero sabes qué somos.
Harta ya de tanta pregunta dijo:
-Por favor, ¿por qué no me lo cantáis y ya está?
-Vale –dijo Gilan-, lo que pasa es que no queríamos decírtelo de golpe para que no te asustases..
-¿Es que acaso sois vándalos?
-No –la tranquilizó Will-, somos –habló lento, pronunciando cada sílaba como si se estuviese condenando a si mismo- montaraces.
Un rayo le recorrió el cuerpo, y su cerebro se puso a trabajar rápidamente.
-¿Qué has dicho? –saltó excitada Emma.
-Sabía que no debía habértelo contado...
-Repite lo último –rogó la chica desesperada.
-No debes tener miedo, no usamos la magia negra como dicen todos...
-¡Me importa un pimiento si usas o no la magia negra! Repite, ¿sois...? –dejó la pregunta en el aire para que la contestasen.
-Montaraces –dijo tímidamente Will.
-Repite.
-Montaraces.
Por fin había comprendido por qué era tan importante lo que colgaba del cuello de Will... ¡Ella tenía uno igual! Era una montaraz. Aquello hizo que explotase de emoción, había recordado parte de su pasado, ahora comprendía por qué todos la miraban mal, y sin darse cuenta, dos ríos de lágrimas de alegría surcaron su cara.
-¿Estás bien? –se alarmó Will.
-Sí, mejor que bien. Déjame un segundo para tranquilizarme.
Ya que le habían dicho la verdad, pensó que debía corresponderles. Una vez consiguió apaciguarse lo más posible dijo:
-A mí también me gustaría contaros algo, pero para contároslo tendré que empezar por el principio...
Les contó lo de su pérdida de memoria, con breves pausas para calmarse; había averiguado algo de su anterior vida, pero aún le quedaba un largo trecho por descubrir.
Una vez terminó, les contó su último hallazgo.
-...y cuando dijiste lo de montaraz me vino una luz a la cabeza, y recordé que yo también lo soy.
La miraron fijamente.
-¿Estás segura? –preguntó cauteloso Gilan.
-Al cien por cien.
-Pues si es cierto –intervino Halt-, deberías tener un caballo, un carcaj, un arco y tus cuchillos.
-Ya, pero no estoy segura de dónde están.
-Mmm... –Empezó Will pensativo- ¿Recuerdas dónde te “despertaste”? –entrecomilló con sus dedos la palabra.
-Creo que sí.
-¿Podrías guiarnos?
-Eso es más complicado –pensó-. Will, ¿recuerdas dónde me encontraste? –el chico asintió-. Llévame allí.

Reencuentros.

Se dirigieron al establo, cogieron los caballos, y marcharon hacia lo que podría ser el reencuentro con su memoria. Como tantas otras veces, pensó que no debía hacerse ilusiones, “tarde –pensó”. En ese momento una sonrisa de oreja a oreja cubría y llenaba de luz su cara, no era mucho, pero como habían hablado en el desayuno “esto es solo el principio del hilo –dijo Halt-, pero te servirá para encontrar el otro extremo”. Con esto se refería a que con ese dato de su, lo que entre ellos llamaban “anterior vida”, podría averiguar todo lo demás y recuperar la memoria “o no –dijo una horrible voz en su cabeza”. No quiso pensar en aquello, nadie iba a arrebatarle aquel momento de felicidad.
Mientras galopaban a través del bosque, se acordó de algo.
-Will –dijo ahora sin la maravillosa sonrisa que antes tapaba sus rasgos-, se me olvidó deciros algo –no la miró, pero notó el gesto inquisitivo-, si que recuerdo algo de mi pasado, y creo que en parte eso tuvo la culpa de que se me borrase la memoria –no preguntó nada, así que prosiguió-. Recuerdo una cara, tenía bigote y perilla, color castaño, pero con canas, muy repeinado; era regordete y tenía los ojos negros.
El chico no dijo nada, pero la tensión de su cuerpo le delató. Para él debía significar algo aquella descripción. Sintió ganas de zarandearlo para que dijese algo, era frustrante que se callase, ¿Por qué se había puesto así? ¿Había tenido suerte la chica por sobrevivir en su encuentro con aquel hombre? Quiso preguntárselo, pero mientras se estaba preguntando todo aquello, ya habían llegado. Estaban en la calle destartalada donde Will la vio por primera vez... No... Estaban justo al lado de la tasca donde se había despertado de su conmoción, y ahora que lo pensaba, supuestamente Will solo la vio llegar a la posada de casi tres calles más abajo.
-¿Me seguiste?
-Mmm –se puso colorado-, sí, bueno... es que no me pegaba nada tu aspecto con esta zona... me pareció... sospechoso –acabó en forma de pregunta, y miró a su maestro, el cual le echó una elocuente mirada.
-Ah, vale.
No le parecía que estuviese muy convencido de lo que decía, pero no preguntó.
Gilan la miró.
-¿Recuerdas algo? –dijo este- Sino, no pasa nada, podemos venir aquí tantos días como necesites.
Emma se hizo una imagen mental, en la que todos eran viejitos, y seguían viniendo aquí. Miró a su alrededor, y le vino una especie de flash, en donde la calle era oscura, donde cada rincón era un peligro para la vida. También recordó otra cosa... Era la tienda... ¿de enfrente? Sí, lo era, y tenía que entrar. Se dirigió directa a ella, la mujer que atendía la vio y se dirigió a ella.
-Tendrá que pagar más –dijo con seguridad-. No me importa lo que sean ni lo que hagan.
-Esto... –miró a Halt, que sabía que ella no tenía dinero, y le hizo un gesto afirmativo- sí, claro.
La dirigió a la parte trasera, y allí había un pequeño caballo lanudo de color arena. Lo recordó.
-¡Herradura! –saludó al cuadrúpedo.
Le abrazó y acarició, recordaba todos los buenos y malos momentos que había pasado con el caballo... bueno, a lo mejor no todos, pero sí muchos. Observó que tenía en la silla una bolsa con lo que serían sus pertenencias. La abrió. Había un par de cuchillos en sus vainas, las cuales estaban enganchadas en un cincho; un arco con las puntas hacia fuera para proporcionas más fuerza, también había un carcaj con 7 flechas; y al fondo, una especie de figurilla de madera, que parecía una gacela, y una cadena, donde colgaba una hoja de roble de plata y una esfera achatada por los lados, donde se observaban unos grabados de hojas, que parecían estar en movimiento. De pronto recordó, que aquel colgante de esfera y la gacela, tenían un importante valor para ella, pero no sabía por qué. Tuvo otra especie de vuelta al pasado, donde aparecía intentando abrir el colgante, y una ola de repentina frustración le inundó el cuerpo; aquel colgante se debía abrir, pero tenía que averiguar cómo.
-Emma –dijo Will-, es tu caballo ¿verdad?
-Sí, y todas estas cosas son mías –señaló el colgante, recordando cuál era el significado de éste.
Estaba en un nivel superior de montaraces.

Cuando estaban de vuelta, y desmontaron sus caballos, Halt le dijo que cogiese su arco y flechas (ya se había puesto el cinturón con los cuchillos), y que le acompañase.
-Vamos a ver qué recuerdas del oficio.
-Uff –suspiró-, más vale que os alejéis si no queréis morir.
No confiaba mucho en sus probabilidades de hacerlo bien, pero cuando cogió el arco y la flecha, sintió como si ya formase parte de ella, una extremidad más y se preguntó cómo había podido sobrevivir si ellos durante aquellos días. Esto le hizo sentirse segura, y disparó una lluvia de flechas a una fila de dianas situadas a diferentes distancias unas de otras y de ella. Dio a todas, y la mayor parte descansaban en el centro de éstas.
Halt no dijo nada, Gilan puso cara de aprobación y Will sonrió.
-Al menos no tenemos que preocuparnos de protegerla –dijo riendo.
Gilan y Emma le acompañaron en otra carcajada, mientras Halt seguía mirando las dianas pensativamente.
Transcurrido un tiempo, y después de muchas pruebas para evaluar a la muchacha, las cuales hizo casi perfectamente, entraron para comer.
-Después –habló por fin Halt-, te daré una lista de nombre de montaraces –dijo mirando a Will-, y los leerás hasta que recuerde quién es su maestro. Emma, recuerdas exactamente qué años tienes.
-No, supongo que alrededor de los de Will.
-Sí, pienso lo mismo... y tampoco recordarás cuándo empezaste tu formación como montaraz ¿no?
-No, pero debo de llevar un tiempo, ¿Cómo si no obtendría el colgante de plata? –señaló el colgante.
-Will lo consiguió salvándole la vida al barón –dijo Gilan con el orgullo en los ojos, como si fuese su padre.
Will se puso algo colorado.
-Pero yo no creo que haya hecho algo así, la verdad.
-No crees –prosiguió Gilan-, pero tampoco recuerdas así que...
-Pues mantengo la teoría de que tengo exactamente el mismo carácter de cuando tenía memoria, y, créeme, que me pensaría seriamente el salvarte si estas en apuros.
Gilan soltó una carcajada, al igual que Will.
-Eso nos lo pensamos todos –dijo riendo el muchacho.
Halt no pudo evitar sonreír esta vez.

Una vez acabaron la comida y fregaron los platos, Will y Emma se dirigieron al claro del bosque para repasar los nombres de los montaraces.
Mientras caminaban, Emma pensaba, que cada día encontraba a Will más simpático, más guapo, más deseable... Intentó ahogar aquel sentimiento todo lo que pudo; le gustaba su relación de amistad con él, y no quería estropearla.
-Bueno –empezó Will- ¿te suena el nombre de George Maybeentown?
-No.
-¿Julius Trascot?
Negó con la cabeza.
-¿David Chaucer?
-No –suspiró pensando que a lo mejor era uno de esos, pero que ella no lo recordaba.
-Tranquila, solo quedan 45 sin contar con Gilan y Halt. Mmm ¿por dónde íbamos?
-David no sé qué.
-Ah si... ¿Nicholas Canterbury?
-Repite –dijo poniéndose recta.
Como ya sabía que debía hacer cuando tuviese esos momentos de inspiración, Will repitió pausadamente:
-Nicholas Canterbury.
-Nicholas... –se esforzó por ir hacia aquella pequeña puerta que le abría a su pasado, a pesar de que sentía que le pesaban los pies.
Will le dio su tiempo; sabía que si le metía prisa lo único que haría sería distraerla de sus cavilaciones.
-Mmm –dijo Emma concentrada-, creo que podría ser ese... No obstante sigue leyéndome nombres.
Una vez terminada la lista, solo le habían llamado la atención dos nombres: Dimitri, de Caraway, un pueblo al noreste de Araluen, y Nicholas, de Springmountains, un pequeño poblado situado en un valle hacia el oeste.
-Volvamos a la cabaña para decírselo a Halt.
Cuando llegaron encontraron a lo dos hombres discutiendo sobre algo de una misión, pero como no se les ocurrió ni a Will ni a Emma la idea de espiar, entraron haciendo ruido, con lo cual la conversación ceso y dejó paso a una cargada atmósfera.
-Habéis conseguido algún resultado –afirmó Halt.
-¿Tanto se nota? –preguntó Will sonriente.
-Bueno –habló Emma-, tampoco demasiado. Estamos entre dos opciones, y tampoco estoy muy segura.
-Decidme.
-Nicholas de Springmountains –dijo Will- y Dimitri de Caraway.
Halt asintió pensativo.
-Podrías ser de Caraway por tu pelo y ojos, pero por tu manejo de los cuchillos y tu gran preparación, diría, casi con seguridad que eres de Springmountains, además tu ligero acento no tiene nada que ver con la pronunciación del norte.
“Así que –pensó Emma- debo ser de Springmountains”
-Lo que me pregunto –prosiguió Halt-, es qué haces exactamente aquí, deberías estar en el valle con Nicholas, que yo sepa –dijo más para sí que para los demás-, no tendría por qué salir de allí.
Y con la sensación de que ahora pesaba 5 kilos menos, se acostó.

Pesadilla.

Cuando casi se había quedado dormida, recordó el colgante que debía averiguar cómo abrir. La curiosidad se apoderó de ella y todo resquicio de sueño desapareció, corrió hacia su bolsa de cuero, donde guardaba sus pertenencias, lo agarró y se tiró a la cama de un salto.
Lo intentó de todos los modos posibles que encontró. Nada.
-¡Dichoso colgante! –maldijo por lo bajo-. Más te vale tener algo importantísimo ahí dentro.
Se calló al instante. Halt, Gilan y Will hablaban y por la seriedad de sus voces, y el tono de murmullo que empleaban, debía ser importante. Se acercó a la puerta sin hacer ruido y aplicó la oreja.
-... Si Lord Mason está de por medio, me extraña que no haya muerto ya –dijo Gilan sombríamente.
-A lo mejor consiguió escapar de él... –sugirió Will.
-Podría ser. Es rápida –reconoció Halt-, se mueve como una ardilla por los árboles y corría como una gacela por el prado. Sin hacer un solo ruido...
Siguió halagándola, pero ella ya no escuchaba; “corría como una gacela”. El colgante de madera tenía forma de gacela. ¿Tendría que ver con que era veloz y sigilosa? Escuchó una voz en su cabeza que decía cariñosamente:
-Mi pequeña gacela siempre trotando por el campo.
Aquella voz le sonaba, pero no le ponía cara. Este dato le pareció importante, pero no tardó en volver a pegar la oreja a la puerta.
-Estoy pensando –siguió Halt-, que debemos ir a Springmountains, allí posiblemente recuerde mucho.
-Pero... –protestó Will.
-¿Si? –dijo elocuentemente Halt.
-No, no es nada.
Emma pudo notar desde aquí el calor que desprenderían sus mejillas.
-Vamos –le alentó el adusto montaraz paternalmente-, di.
-Es que... –balbuceó algo.
-¿Qué?
-Que se acerca el festival de primavera, y en fin...
-Pensabas invitarla –acabó Gilan.
¿Se refería a ella?
-Bueno, sí –intentó recuperar sus aires de despreocupación-. Quería que conociera a mis amigos...
-Ya –dijo Gilan que sabía que ese no era el motivo-, en fin, sigamos.
-Si, como decía, creo que debemos partir a Springmountains lo antes posible. Me gustaría saber que hacía Nicholas tan lejos de su casa. Al fin y al cabos son tres días, y no es un viaje de placer; hay demasiados zarzos para disfrutar del paseo. Bueno, mañana hablaremos con Emma, creo que por hoy, hemos acabado la labor. Buenas noches.
-Hasta mañana.
Emma se iba a retirar a la cama pero una tablilla sonó con estruendo, rápida y sigilosamente fue hasta su cama y se tapó. No tardaron en abrir la puerta para ver si todo estaba en orden. No debieron notar nada extraño, porque poco después cerraron la puerta sigilosamente.
Emma consideró todo lo que había oído, y también se le pasó por la cabeza la idea de seguir con el misterio del colgante, pero pensó que a lo mejor, volvían a irrumpir en su habitación, así que desechó la idea.


Se despertó sofocada y sobresaltada, estaba llorando. Como una niña pequeña, corrió al cobijo de unos brazos que la consolasen. Confió en que a Will no le molestase el que irrumpiera en su sueño. Fue sollozando silenciosamente hasta la estancia principal donde ahora dormía el muchacho. Le rozó con suavidad el brazo y él se despertó.
-¿Qué te pasa? –preguntó en un susurro mientras dejaba que llorase en su hombro.
-Ya sé lo que le pasó –dijo mirando a Will-, y es horrible.
-Tranquila, solo ha sido un sueño –le acarició las mejillas para quitarle las lágrimas.
A pesar de lo tierna que resultaba la escena, ella se enfadó.
-No era un sueño –cada vez parecía más una niña pequeña-, era un recuerdo.
-Vale –se interesó un poco más a pesar del sueño que había en sus ojos-, cuéntamelo, no, espera, tranquilízate y luego me lo cuentas.
Cuando consiguió dejar de hipar, se separó de Will, se secó las lágrimas con la manga de su camisón y respiró profundamente.
-Estábamos Nicholas y yo huyendo de una pareja, no sé por qué, y Nicholas estaba herido, así que me dejó todas las flechas que tenía mientras se hacía un torniquete en el brazo. Disparé casi todas las flechas de mi carcaj, y cuando solo me quedaba un par, conseguí dar al hombre. La mujer se paró en seco a socorrer a lo que creo, era su marido. Pensábamos que estábamos fuera de peligro, no obstante seguimos corriendo, pasamos por muchos matorrales de zarzas pero no nos paramos. Conseguimos encontrar un sendero que no tenía muchas zarzas, y lo seguimos. Intenté atenderle la herida –volvió a sollozar-, pero no me dejó, “siempre alerta” solía decir. Me esforcé por seguir el consejo, pero no podía evitar el mirarle y sufrir mientras cabalgábamos, “no es nada” repetía una y otra vez. Y por mi culpa, sin darnos cuenta, nos tendieron una emboscada, solo eran tres, pero casi no tenía flechas, y quería proteger a toda costa a mi maestro, con lo cual mi atención diminuyó, y cuando una espada pendía sobre mi cabeza, le dio una fuerte palmada al caballo y salió corriendo. Herradura no era feliz dejando atrás a Nicholas, pero estaba adiestrado para no parar en circunstancias así. Miré atrás mientras intentaba parar al caballo, le iban a matar, y todo sería por mi culpa, así que me tiré del caballo y corrí tanto como pude, pero... pero... –no pudo evitar el volver a llorar y solo la reanudó para decir-... No lo pude evitar, y sabes cuales fueron sus últimas palabras –le pareció que decir todo aquello era vergonzoso, pero necesitaba desahogarse-, “corre mi pequeña gacela, corre y escapa” y me sonrió.
Tuvo que parar; no podía dejar de revivir aquel momento en donde, el que para ella era su padre, sonreía y se ponía la mano sobre el colgante que ella le regaló, para morir.
Recordaba perfectamente como el día de su 43 cumpleaños le había regalado un colgante de madera donde una gacela y un oso se enroscaban en un abrazo. Era ridículo, pero para ellos tenía un bonito significado.
También recordó el primer día que vio al montaraz; todo el mundo se pensaba que aquel pequeño pero ancho hombre, era algo así como un mago negro, a ella no le pareció malo y le preguntó para espanto de su madre “¿por qué todos le temen?”, “porque no saben –respondió tristemente”, “pues a mi no me pareces malo”, “¿A no? –la miró- ¿Y qué te parezco?”, la niña se lo pensó durante un momento “me pareces un oso”. La madre la cogió como si fuera un saco de patatas y salió corriendo. Mientras botaba sobre el hombro de su madre le vio reír, y desde entonces se veían mucho, le invitaba a tomar flanes, tartas y todo tipo de dulces. Su padre biológico había muerto mientras ella era pequeña, así que aquel regordete y simpaticón montaraz se convirtió en su padre. Cuando la niña tenía 13 años, su madre murió a causa de una gripe, y como todos los huérfanos, iba a ser mandada al internado, pero Nicholas, le pidió al barón John que le permitiese quedarse con ella, que iba a ir al colegio hasta el último curso (15 o 16 años), así que el barón no pudo más que aceptar.
La niña estaba triste por la muerte de su madre, pero era feliz con el montaraz, así que el último año, con todo el dinero que había ahorrado a lo largo de su vida, mandó que tallasen el colgante que, el día de su muerte descansaba en su mano. Aquel último año, empezó su adiestramiento como montaraz, y en pocos meses consiguió avanzar mucho, siempre alentada por su maestro. No la ahogaba en halagos, es más casi nunca le decía que lo había hecho extraordinariamente y cosas así, siempre decía “hoy ha sido un día de trabajo duro pequeña gacela”, y según él, si no llega a tratarla de ese modo, hoy en día sería la montaraz más engreída del planeta.
Will sabía que debía dejarla su tiempo, pero se empezaba a quedar dormido, así que preguntó:
-Y, ¿a ti que te pasó?
-Oh –dijo sorbiéndose la nariz-... Si perdona, pues, como siempre, le hice caso y salí corriendo a toda pastilla, pero me dolía la espalda de la caída, así que no tardaron en darme alcance. Me secuestraron durante lo que creo, fue un mes o por ahí. Y continuamente, todos los días a todas las horas, me torturaban para que les dijese el importante mensaje, hasta que un día, al idiota gordo que mató a Nicholas, se le pasó la mano conmigo, caí conmocionada, y luego desperté sin recordar nada. Al incorporarme, esto lo había olvidado también, vi a una anciana que parecía ciega, y me dijo, que me había caído por las escaleras, y como había perdido la memoria no la cuestioné y me fui.
Will estaba sorprendido con aquella horrible historia, la chica prosiguió con sus sollozos, acurrucada en el regazo del muchacho, mientras este repasaba los hechos.
Poco después de que Emma parase de sollozar, Will se quedó dormido, al igual que ella.


Emma abrió los ojos perezosamente, y se dio cuenta de que había pasado el resto de la noche acurrucada en Will. “Bien –pensó- le voy a dar otro motivo a Gilan para que me incordie”. Al alto montaraz le encantaba chinchar a Emma, aunque con Will tampoco se quedaba corto. Pensó que si se levantaba e iba rápidamente a su cuarto como si no hubiese pasado nada, Gilan no se daría cuenta, pero segundos después de que llegase a ella un sabroso olor a café desechó la idea. Will también debía estar despierto, porque su cuerpo estaba tenso, quizá rezando por no abrir nunca los ojos. Aquella muestra de afecto les iba a costar más de dos meses de sonrojos.
Percibió el sonido de los platos chocando contra la mesa; sabía que estaban despiertos.
-Arriba tortolitos, no os podéis pasar el día así aunque queráis.
Con la cara roja, se incorporaron rápido sin fingir que acababan de despertarse.
-Gilan –dijo Will con simulada indiferencia- te he dicho alguna vez que eres idiota.
-Un par de veces, pero no me molesta.
-Y por cierto, el que nos hayas encontrado así –dijo volviendo a sonrojarse-, no significa lo que tu piensas, Emma me despertó en medio de la noche porque tuvo una pesadilla.
“Como si él se lo hubiera impedido –pensó Emma”.
-Cuéntale lo que recordaste.
-Will –dijo algo molesta por lo de antes-, si no te importa, me gustaría ahorrar saliva, así que esperaré a que venga Halt.
-Vale, vale.
El anteriormente nombrado apareció por la puerta minutos después y les contó todo lo recordado.
-Creemos que al hombre gordo que recuerdas se llama Lord Mason –habló por fin seriamente Gilan-, es un recaudador de impuestos, y con eso quiero decir saqueador, porque siempre pide más de la cuenta; lo de que era asesino, pocos lo saben, pero los montaraces no somos tontos.
-Yo siempre he pensado que se traía algo entre manos con su hija Lady Cindy, y su difunto marido, Sir Patrik.
Durante el desayuno apartaron un poco el tema principal, la muerte y el mensaje que tenía que entregar el montaraz Nicholas. Ella también debía de saberlo, pero no lo recordaba.
Al final del desayuno Halt le anunció que irían a Springmountains para ver si recordaba su pasado.
-Partiremos en dos días –dijo finalmente el Halt.
-¿Y no podríamos partir antes? –preguntó la muchacha.
-No, tenemos que anunciarle al barón Arald que nos vamos, y rezar porque nos dé su permiso.
Emma se preguntaba por qué tardaban tanto en movilizarse, ya estaba deseando que fueran al castillo para que le diesen el permiso de partir, y poder salir cuanto antes.

Cuando ya casi era la hora de comer, se fueron hacia el castillo, dejándoles el único mandato de que practicasen todo lo que pudiesen.
Al terminar de comer, salieron e hicieron todo tipo de ejercicios. Después de repetirlos alrededor de mil veces, llegaron los montaraces. Emma esperó paciente a que bajasen de sus caballos.
-¿Y bien? –preguntó deseando que la respuesta fuese la esperada.
-Dice que nos permite como máximo 2 meses –dijo Halt-, ni uno mas ni uno menos. Mañana al alba partimos, no hay tiempo que perder.
Planificaron lo que iban a hacer y prepararon todo lo que necesitaban.
Se fueron a la cama antes de que anocheciera, y Emma a pesar de que sabía que mañana se levantaría agotada cogió el colgante de plata una vez más y lo intentó abrir. “Al fin y al cabo –pensó para justificarse- no iba a poder dormir hasta tarde por los nervios, así que mejor hacer algo útil”.
Cuando la luna bañó la estancia, decidió que iba siendo hora de intentar dormir.

Lentitud.

Mientras se acostaba y cogía postura, pensaba en que aquella semana había sido agotadora. Ella sabía que la tarea de recordar, sería muchísimo más complicada y que iba a tardar años en averiguarlo todo.
Aún con el sol escondido por el este, una suave voz la levantó.
-Buenos días –susurró Gilan en su oído.
Se estiró y desperezó. Se levantó y fue hacia el comedor.
-Hola.
-Buenos días –saludaron Will y Halt.
-Emma –dijo Halt-, va a acompañarnos un aprendiz de guerrero; se llama Horace y es amigo de Will. El barón quiere asegurarse de que estás segura en todo momento para que solo te tengas que preocupar de recordar tu pasado y ese importante mensaje que tenías que entregar –“sobre todo eso” pensó Emma-. Ya nos ha acompañado más veces, y te puedo garantizar que no te van a tocar ni un pelo.
Emma sabía que lo decían para tranquilizarla, pero le molestaba que no confiasen en ella para defenderse.
-Gracias –soltó por fin.
Desayunaron a todo correr para partir cuanto antes, y segundos después de acabar se escucharon los cascos de un caballo. El jinete llamó a la puerta.
-Soy yo, Horace –dijo tímidamente una voz grave.
Gilan fue y abrió.
-Hola –saludaron todos, inclusive Emma.
-¿Qué tal todo? –preguntó Will.
-Buff... Acabo muerto, pero, ya sabía que iba a ser así de difícil.
Chocaron las manos amistosamente.
-Esta es Emma –dijo Will señalándola.
-Encantada –le estrechó la mano.
-Lo mismo digo.
-Bueno –suspiró Gilan-, debemos partir.
Salieron al establo y montaron en los caballos.
-Will, Horace –dijo Halt-, vosotros flanquearéis a Emma, nosotros iremos unos metros por delante para ver que todo está en orden; tú Emma, vigila la retaguardia.
Halt y Gilan salieron a toda prisa, y cuando consideraron que era una buena separación les siguieron.

La mañana pasó sin incidentes, no hablaron demasiado por el camino. Al principio Horace se presentó, diciendo qué le gustaba, qué estudiaba, cómo llevaba el curso... luego conversaron sobre temas sin importancia, con alguna que otra pausa entre una y otra, y por último la pausa se prolongó hasta la hora de la comida.
Estaba un poco alterada, sentía como si pensase más despacio, y su imaginación volaba hasta límites insospechados. “Qué me está pasando –se pregunto mientras le pegaba un mordisco a su pan”
-Creo que hoy no debemos forzar demasiado la marcha –dijo la lejana voz de Halt-, los caballos tienen que estar descansados, porque me parece que mañana va a llover, y los charcos de barro les cansarán.
-Sí –asintió Gilan-, la verdad es que el cielo tiene mala pinta.
No se había fijado, pero ahora una manta de color gris claro cubría el cielo.
Transcurrió una tarde algo aburrida, Will y Horace hablaban muchas veces, y de vez en cuando le preguntaban algo a ella, o le comentaban cualquier cosa, o igual se reían de alguna chorrada graciosísima, pero ella ni respondía a las preguntas, ni a los comentarios, y no se reía. Esta actitud lejana le estaba enfadando a Will, y ella lo sabía, pero no sabía por qué se comportaba así ni como podía remediarlo.
Llegó la noche y la hora de dormir, se organizaron turnos: Emma sería la primera, luego Horace, después Will, seguidamente Gilan y por último Halt.
Trepó a un árbol para tener mejor visión. Su turno pasó sin incidente alguno, aparte de la visita de un par de ardillas curiosas.
Horace estaba despierto así que se ahorró el desgastar saliva. Casi sin darse cuenta era por la mañana y estaban chapoteando entre charcos de barro. O todo pasaba demasiado rápido o ella iba demasiado lenta. La lluvia la estaba mojando sin piedad, empezó a granizar y debido a la velocidad, las incordiosas piedrecitas heladas le hicieron arañazos en la cara. No le importó. Estaba atontada, y de repente... Todo se desvaneció...


...

Lentitud.

Posted on 14:46
Mientras se acostaba y cogía postura, pensaba en que aquella semana había sido agotadora. Ella sabía que la tarea de recordar, sería muchísimo más complicada y que iba a tardar años en averiguarlo todo.
Aún con el sol escondido por el este, una suave voz la levantó.
-Buenos días –susurró Gilan en su oído.
Se estiró y desperezó. Se levantó y fue hacia el comedor.
-Hola.
-Buenos días –saludaron Will y Halt.
-Emma –dijo Halt-, va a acompañarnos un aprendiz de guerrero; se llama Horace y es amigo de Will. El barón quiere asegurarse de que estás segura en todo momento para que solo te tengas que preocupar de recordar tu pasado y ese importante mensaje que tenías que entregar –“sobre todo eso” pensó Emma-. Ya nos ha acompañado más veces, y te puedo garantizar que no te van a tocar ni un pelo.
Emma sabía que lo decían para tranquilizarla, pero le molestaba que no confiasen en ella para defenderse.
-Gracias –soltó por fin.
Desayunaron a todo correr para partir cuanto antes, y segundos después de acabar se escucharon los cascos de un caballo. El jinete llamó a la puerta.
-Soy yo, Horace –dijo tímidamente una voz grave.
Gilan fue y abrió.
-Hola –saludaron todos, inclusive Emma.
-¿Qué tal todo? –preguntó Will.
-Buff... Acabo muerto, pero, ya sabía que iba a ser así de difícil.
Chocaron las manos amistosamente.
-Esta es Emma –dijo Will señalándola.
-Encantada –le estrechó la mano.
-Lo mismo digo.
-Bueno –suspiró Gilan-, debemos partir.
Salieron al establo y montaron en los caballos.
-Will, Horace –dijo Halt-, vosotros flanquearéis a Emma, nosotros iremos unos metros por delante para ver que todo está en orden; tú Emma, vigila la retaguardia.
Halt y Gilan salieron a toda prisa, y cuando consideraron que era una buena separación les siguieron.

La mañana pasó sin incidentes, no hablaron demasiado por el camino. Al principio Horace se presentó, diciendo qué le gustaba, qué estudiaba, cómo llevaba el curso... luego conversaron sobre temas sin importancia, con alguna que otra pausa entre una y otra, y por último la pausa se prolongó hasta la hora de la comida.
Estaba un poco alterada, sentía como si pensase más despacio, y su imaginación volaba hasta límites insospechados. “Qué me está pasando –se pregunto mientras le pegaba un mordisco a su pan”
-Creo que hoy no debemos forzar demasiado la marcha –dijo la lejana voz de Halt-, los caballos tienen que estar descansados, porque me parece que mañana va a llover, y los charcos de barro les cansarán.
-Sí –asintió Gilan-, la verdad es que el cielo tiene mala pinta.
No se había fijado, pero ahora una manta de color gris claro cubría el cielo.
Transcurrió una tarde algo aburrida, Will y Horace hablaban muchas veces, y de vez en cuando le preguntaban algo a ella, o le comentaban cualquier cosa, o igual se reían de alguna chorrada graciosísima, pero ella ni respondía a las preguntas, ni a los comentarios, y no se reía. Esta actitud lejana le estaba enfadando a Will, y ella lo sabía, pero no sabía por qué se comportaba así ni como podía remediarlo.
Llegó la noche y la hora de dormir, se organizaron turnos: Emma sería la primera, luego Horace, después Will, seguidamente Gilan y por último Halt.
Trepó a un árbol para tener mejor visión. Su turno pasó sin incidente alguno, aparte de la visita de un par de ardillas curiosas.
Horace estaba despierto así que se ahorró el desgastar saliva. Casi sin darse cuenta era por la mañana y estaban chapoteando entre charcos de barro. O todo pasaba demasiado rápido o ella iba demasiado lenta. La lluvia la estaba mojando sin piedad, empezó a granizar y debido a la velocidad, las incordiosas piedrecitas heladas le hicieron arañazos en la cara. No le importó. Estaba atontada, y de repente... Todo se desvaneció...


...

Pesadilla.

Posted on 23:40
Cuando casi se había quedado dormida, recordó el colgante que debía averiguar cómo abrir. La curiosidad se apoderó de ella y todo resquicio de sueño desapareció, corrió hacia su bolsa de cuero, donde guardaba sus pertenencias, lo agarró y se tiró a la cama de un salto.
Lo intentó de todos los modos posibles que encontró. Nada.
-¡Dichoso colgante! –maldijo por lo bajo-. Más te vale tener algo importantísimo ahí dentro.
Se calló al instante. Halt, Gilan y Will hablaban y por la seriedad de sus voces, y el tono de murmullo que empleaban, debía ser importante. Se acercó a la puerta sin hacer ruido y aplicó la oreja.
-... Si Lord Mason está de por medio, me extraña que no haya muerto ya –dijo Gilan sombríamente.
-A lo mejor consiguió escapar de él... –sugirió Will.
-Podría ser. Es rápida –reconoció Halt-, se mueve como una ardilla por los árboles y corría como una gacela por el prado. Sin hacer un solo ruido...
Siguió halagándola, pero ella ya no escuchaba; “corría como una gacela”. El colgante de madera tenía forma de gacela. ¿Tendría que ver con que era veloz y sigilosa? Escuchó una voz en su cabeza que decía cariñosamente:
-Mi pequeña gacela siempre trotando por el campo.
Aquella voz le sonaba, pero no le ponía cara. Este dato le pareció importante, pero no tardó en volver a pegar la oreja a la puerta.
-Estoy pensando –siguió Halt-, que debemos ir a Springmountains, allí posiblemente recuerde mucho.
-Pero... –protestó Will.
-¿Si? –dijo elocuentemente Halt.
-No, no es nada.
Emma pudo notar desde aquí el calor que desprenderían sus mejillas.
-Vamos –le alentó el adusto montaraz paternalmente-, di.
-Es que... –balbuceó algo.
-¿Qué?
-Que se acerca el festival de primavera, y en fin...
-Pensabas invitarla –acabó Gilan.
¿Se refería a ella?
-Bueno, sí –intentó recuperar sus aires de despreocupación-. Quería que conociera a mis amigos...
-Ya –dijo Gilan que sabía que ese no era el motivo-, en fin, sigamos.
-Si, como decía, creo que debemos partir a Springmountains lo antes posible. Me gustaría saber que hacía Nicholas tan lejos de su casa. Al fin y al cabos son tres días, y no es un viaje de placer; hay demasiados zarzos para disfrutar del paseo. Bueno, mañana hablaremos con Emma, creo que por hoy, hemos acabado la labor. Buenas noches.
-Hasta mañana.
Emma se iba a retirar a la cama pero una tablilla sonó con estruendo, rápida y sigilosamente fue hasta su cama y se tapó. No tardaron en abrir la puerta para ver si todo estaba en orden. No debieron notar nada extraño, porque poco después cerraron la puerta sigilosamente.
Emma consideró todo lo que había oído, y también se le pasó por la cabeza la idea de seguir con el misterio del colgante, pero pensó que a lo mejor, volvían a irrumpir en su habitación, así que desechó la idea.


Se despertó sofocada y sobresaltada, estaba llorando. Como una niña pequeña, corrió al cobijo de unos brazos que la consolasen. Confió en que a Will no le molestase el que irrumpiera en su sueño. Fue sollozando silenciosamente hasta la estancia principal donde ahora dormía el muchacho. Le rozó con suavidad el brazo y él se despertó.
-¿Qué te pasa? –preguntó en un susurro mientras dejaba que llorase en su hombro.
-Ya sé lo que le pasó –dijo mirando a Will-, y es horrible.
-Tranquila, solo ha sido un sueño –le acarició las mejillas para quitarle las lágrimas.
A pesar de lo tierna que resultaba la escena, ella se enfadó.
-No era un sueño –cada vez parecía más una niña pequeña-, era un recuerdo.
-Vale –se interesó un poco más a pesar del sueño que había en sus ojos-, cuéntamelo, no, espera, tranquilízate y luego me lo cuentas.
Cuando consiguió dejar de hipar, se separó de Will, se secó las lágrimas con la manga de su camisón y respiró profundamente.
-Estábamos Nicholas y yo huyendo de una pareja, no sé por qué, y Nicholas estaba herido, así que me dejó todas las flechas que tenía mientras se hacía un torniquete en el brazo. Disparé casi todas las flechas de mi carcaj, y cuando solo me quedaba un par, conseguí dar al hombre. La mujer se paró en seco a socorrer a lo que creo, era su marido. Pensábamos que estábamos fuera de peligro, no obstante seguimos corriendo, pasamos por muchos matorrales de zarzas pero no nos paramos. Conseguimos encontrar un sendero que no tenía muchas zarzas, y lo seguimos. Intenté atenderle la herida –volvió a sollozar-, pero no me dejó, “siempre alerta” solía decir. Me esforcé por seguir el consejo, pero no podía evitar el mirarle y sufrir mientras cabalgábamos, “no es nada” repetía una y otra vez. Y por mi culpa, sin darnos cuenta, nos tendieron una emboscada, solo eran tres, pero casi no tenía flechas, y quería proteger a toda costa a mi maestro, con lo cual mi atención diminuyó, y cuando una espada pendía sobre mi cabeza, le dio una fuerte palmada al caballo y salió corriendo. Herradura no era feliz dejando atrás a Nicholas, pero estaba adiestrado para no parar en circunstancias así. Miré atrás mientras intentaba parar al caballo, le iban a matar, y todo sería por mi culpa, así que me tiré del caballo y corrí tanto como pude, pero... pero... –no pudo evitar el volver a llorar y solo la reanudó para decir-... No lo pude evitar, y sabes cuales fueron sus últimas palabras –le pareció que decir todo aquello era vergonzoso, pero necesitaba desahogarse-, “corre mi pequeña gacela, corre y escapa” y me sonrió.
Tuvo que parar; no podía dejar de revivir aquel momento en donde, el que para ella era su padre, sonreía y se ponía la mano sobre el colgante que ella le regaló, para morir.
Recordaba perfectamente como el día de su 43 cumpleaños le había regalado un colgante de madera donde una gacela y un oso se enroscaban en un abrazo. Era ridículo, pero para ellos tenía un bonito significado.
También recordó el primer día que vio al montaraz; todo el mundo se pensaba que aquel pequeño pero ancho hombre, era algo así como un mago negro, a ella no le pareció malo y le preguntó para espanto de su madre “¿por qué todos le temen?”, “porque no saben –respondió tristemente”, “pues a mi no me pareces malo”, “¿A no? –la miró- ¿Y qué te parezco?”, la niña se lo pensó durante un momento “me pareces un oso”. La madre la cogió como si fuera un saco de patatas y salió corriendo. Mientras botaba sobre el hombro de su madre le vio reír, y desde entonces se veían mucho, le invitaba a tomar flanes, tartas y todo tipo de dulces. Su padre biológico había muerto mientras ella era pequeña, así que aquel regordete y simpaticón montaraz se convirtió en su padre. Cuando la niña tenía 13 años, su madre murió a causa de una gripe, y como todos los huérfanos, iba a ser mandada al internado, pero Nicholas, le pidió al barón John que le permitiese quedarse con ella, que iba a ir al colegio hasta el último curso (15 o 16 años), así que el barón no pudo más que aceptar.
La niña estaba triste por la muerte de su madre, pero era feliz con el montaraz, así que el último año, con todo el dinero que había ahorrado a lo largo de su vida, mandó que tallasen el colgante que, el día de su muerte descansaba en su mano. Aquel último año, empezó su adiestramiento como montaraz, y en pocos meses consiguió avanzar mucho, siempre alentada por su maestro. No la ahogaba en halagos, es más casi nunca le decía que lo había hecho extraordinariamente y cosas así, siempre decía “hoy ha sido un día de trabajo duro pequeña gacela”, y según él, si no llega a tratarla de ese modo, hoy en día sería la montaraz más engreída del planeta.
Will sabía que debía dejarla su tiempo, pero se empezaba a quedar dormido, así que preguntó:
-Y, ¿a ti que te pasó?
-Oh –dijo sorbiéndose la nariz-... Si perdona, pues, como siempre, le hice caso y salí corriendo a toda pastilla, pero me dolía la espalda de la caída, así que no tardaron en darme alcance. Me secuestraron durante lo que creo, fue un mes o por ahí. Y continuamente, todos los días a todas las horas, me torturaban para que les dijese el importante mensaje, hasta que un día, al idiota gordo que mató a Nicholas, se le pasó la mano conmigo, caí conmocionada, y luego desperté sin recordar nada. Al incorporarme, esto lo había olvidado también, vi a una anciana que parecía ciega, y me dijo, que me había caído por las escaleras, y como había perdido la memoria no la cuestioné y me fui.
Will estaba sorprendido con aquella horrible historia, la chica prosiguió con sus sollozos, acurrucada en el regazo del muchacho, mientras este repasaba los hechos.
Poco después de que Emma parase de sollozar, Will se quedó dormido, al igual que ella.


Emma abrió los ojos perezosamente, y se dio cuenta de que había pasado el resto de la noche acurrucada en Will. “Bien –pensó- le voy a dar otro motivo a Gilan para que me incordie”. Al alto montaraz le encantaba chinchar a Emma, aunque con Will tampoco se quedaba corto. Pensó que si se levantaba e iba rápidamente a su cuarto como si no hubiese pasado nada, Gilan no se daría cuenta, pero segundos después de que llegase a ella un sabroso olor a café desechó la idea. Will también debía estar despierto, porque su cuerpo estaba tenso, quizá rezando por no abrir nunca los ojos. Aquella muestra de afecto les iba a costar más de dos meses de sonrojos.
Percibió el sonido de los platos chocando contra la mesa; sabía que estaban despiertos.
-Arriba tortolitos, no os podéis pasar el día así aunque queráis.
Con la cara roja, se incorporaron rápido sin fingir que acababan de despertarse.
-Gilan –dijo Will con simulada indiferencia- te he dicho alguna vez que eres idiota.
-Un par de veces, pero no me molesta.
-Y por cierto, el que nos hayas encontrado así –dijo volviendo a sonrojarse-, no significa lo que tu piensas, Emma me despertó en medio de la noche porque tuvo una pesadilla.
“Como si él se lo hubiera impedido –pensó Emma”.
-Cuéntale lo que recordaste.
-Will –dijo algo molesta por lo de antes-, si no te importa, me gustaría ahorrar saliva, así que esperaré a que venga Halt.
-Vale, vale.
El anteriormente nombrado apareció por la puerta minutos después y les contó todo lo recordado.
-Creemos que al hombre gordo que recuerdas se llama Lord Mason –habló por fin seriamente Gilan-, es un recaudador de impuestos, y con eso quiero decir saqueador, porque siempre pide más de la cuenta; lo de que era asesino, pocos lo saben, pero los montaraces no somos tontos.
-Yo siempre he pensado que se traía algo entre manos con su hija Lady Cindy, y su difunto marido, Sir Patrik.
Durante el desayuno apartaron un poco el tema principal, la muerte y el mensaje que tenía que entregar el montaraz Nicholas. Ella también debía de saberlo, pero no lo recordaba.
Al final del desayuno Halt le anunció que irían a Springmountains para ver si recordaba su pasado.
-Partiremos en dos días –dijo finalmente el Halt.
-¿Y no podríamos partir antes? –preguntó la muchacha.
-No, tenemos que anunciarle al barón Arald que nos vamos, y rezar porque nos dé su permiso.
Emma se preguntaba por qué tardaban tanto en movilizarse, ya estaba deseando que fueran al castillo para que le diesen el permiso de partir, y poder salir cuanto antes.

Cuando ya casi era la hora de comer, se fueron hacia el castillo, dejándoles el único mandato de que practicasen todo lo que pudiesen.
Al terminar de comer, salieron e hicieron todo tipo de ejercicios. Después de repetirlos alrededor de mil veces, llegaron los montaraces. Emma esperó paciente a que bajasen de sus caballos.
-¿Y bien? –preguntó deseando que la respuesta fuese la esperada.
-Dice que nos permite como máximo 2 meses –dijo Halt-, ni uno mas ni uno menos. Mañana al alba partimos, no hay tiempo que perder.
Planificaron lo que iban a hacer y prepararon todo lo que necesitaban.
Se fueron a la cama antes de que anocheciera, y Emma a pesar de que sabía que mañana se levantaría agotada cogió el colgante de plata una vez más y lo intentó abrir. “Al fin y al cabo –pensó para justificarse- no iba a poder dormir hasta tarde por los nervios, así que mejor hacer algo útil”.
Cuando la luna bañó la estancia, decidió que iba siendo hora de intentar dormir.

Reencuentros.

Posted on 22:34
Se dirigieron al establo, cogieron los caballos, y marcharon hacia lo que podría ser el reencuentro con su memoria. Como tantas otras veces, pensó que no debía hacerse ilusiones, “tarde –pensó”. En ese momento una sonrisa de oreja a oreja cubría y llenaba de luz su cara, no era mucho, pero como habían hablado en el desayuno “esto es solo el principio del hilo –dijo Halt-, pero te servirá para encontrar el otro extremo”. Con esto se refería a que con ese dato de su, lo que entre ellos llamaban “anterior vida”, podría averiguar todo lo demás y recuperar la memoria “o no –dijo una horrible voz en su cabeza”. No quiso pensar en aquello, nadie iba a arrebatarle aquel momento de felicidad.
Mientras galopaban a través del bosque, se acordó de algo.
-Will –dijo ahora sin la maravillosa sonrisa que antes tapaba sus rasgos-, se me olvidó deciros algo –no la miró, pero notó el gesto inquisitivo-, si que recuerdo algo de mi pasado, y creo que en parte eso tuvo la culpa de que se me borrase la memoria –no preguntó nada, así que prosiguió-. Recuerdo una cara, tenía bigote y perilla, color castaño, pero con canas, muy repeinado; era regordete y tenía los ojos negros.
El chico no dijo nada, pero la tensión de su cuerpo le delató. Para él debía significar algo aquella descripción. Sintió ganas de zarandearlo para que dijese algo, era frustrante que se callase, ¿Por qué se había puesto así? ¿Había tenido suerte la chica por sobrevivir en su encuentro con aquel hombre? Quiso preguntárselo, pero mientras se estaba preguntando todo aquello, ya habían llegado. Estaban en la calle destartalada donde Will la vio por primera vez... No... Estaban justo al lado de la tasca donde se había despertado de su conmoción, y ahora que lo pensaba, supuestamente Will solo la vio llegar a la posada de casi tres calles más abajo.
-¿Me seguiste?
-Mmm –se puso colorado-, sí, bueno... es que no me pegaba nada tu aspecto con esta zona... me pareció... sospechoso –acabó en forma de pregunta, y miró a su maestro, el cual le echó una elocuente mirada.
-Ah, vale.
No le parecía que estuviese muy convencido de lo que decía, pero no preguntó.
Gilan la miró.
-¿Recuerdas algo? –dijo este- Sino, no pasa nada, podemos venir aquí tantos días como necesites.
Emma se hizo una imagen mental, en la que todos eran viejitos, y seguían viniendo aquí. Miró a su alrededor, y le vino una especie de flash, en donde la calle era oscura, donde cada rincón era un peligro para la vida. También recordó otra cosa... Era la tienda... ¿de enfrente? Sí, lo era, y tenía que entrar. Se dirigió directa a ella, la mujer que atendía la vio y se dirigió a ella.
-Tendrá que pagar más –dijo con seguridad-. No me importa lo que sean ni lo que hagan.
-Esto... –miró a Halt, que sabía que ella no tenía dinero, y le hizo un gesto afirmativo- sí, claro.
La dirigió a la parte trasera, y allí había un pequeño caballo lanudo de color arena. Lo recordó.
-¡Herradura! –saludó al cuadrúpedo.
Le abrazó y acarició, recordaba todos los buenos y malos momentos que había pasado con el caballo... bueno, a lo mejor no todos, pero sí muchos. Observó que tenía en la silla una bolsa con lo que serían sus pertenencias. La abrió. Había un par de cuchillos en sus vainas, las cuales estaban enganchadas en un cincho; un arco con las puntas hacia fuera para proporcionas más fuerza, también había un carcaj con 7 flechas; y al fondo, una especie de figurilla de madera, que parecía una gacela, y una cadena, donde colgaba una hoja de roble de plata y una esfera achatada por los lados, donde se observaban unos grabados de hojas, que parecían estar en movimiento. De pronto recordó, que aquel colgante de esfera y la gacela, tenían un importante valor para ella, pero no sabía por qué. Tuvo otra especie de vuelta al pasado, donde aparecía intentando abrir el colgante, y una ola de repentina frustración le inundó el cuerpo; aquel colgante se debía abrir, pero tenía que averiguar cómo.
-Emma –dijo Will-, es tu caballo ¿verdad?
-Sí, y todas estas cosas son mías –señaló el colgante, recordando cuál era el significado de éste.
Estaba en un nivel superior de montaraces.

Cuando estaban de vuelta, y desmontaron sus caballos, Halt le dijo que cogiese su arco y flechas (ya se había puesto el cinturón con los cuchillos), y que le acompañase.
-Vamos a ver qué recuerdas del oficio.
-Uff –suspiró-, más vale que os alejéis si no queréis morir.
No confiaba mucho en sus probabilidades de hacerlo bien, pero cuando cogió el arco y la flecha, sintió como si ya formase parte de ella, una extremidad más y se preguntó cómo había podido sobrevivir si ellos durante aquellos días. Esto le hizo sentirse segura, y disparó una lluvia de flechas a una fila de dianas situadas a diferentes distancias unas de otras y de ella. Dio a todas, y la mayor parte descansaban en el centro de éstas.
Halt no dijo nada, Gilan puso cara de aprobación y Will sonrió.
-Al menos no tenemos que preocuparnos de protegerla –dijo riendo.
Gilan y Emma le acompañaron en otra carcajada, mientras Halt seguía mirando las dianas pensativamente.
Transcurrido un tiempo, y después de muchas pruebas para evaluar a la muchacha, las cuales hizo casi perfectamente, entraron para comer.
-Después –habló por fin Halt-, te daré una lista de nombre de montaraces –dijo mirando a Will-, y los leerás hasta que recuerde quién es su maestro. Emma, recuerdas exactamente qué años tienes.
-No, supongo que alrededor de los de Will.
-Sí, pienso lo mismo... y tampoco recordarás cuándo empezaste tu formación como montaraz ¿no?
-No, pero debo de llevar un tiempo, ¿Cómo si no obtendría el colgante de plata? –señaló el colgante.
-Will lo consiguió salvándole la vida al barón –dijo Gilan con el orgullo en los ojos, como si fuese su padre.
Will se puso algo colorado.
-Pero yo no creo que haya hecho algo así, la verdad.
-No crees –prosiguió Gilan-, pero tampoco recuerdas así que...
-Pues mantengo la teoría de que tengo exactamente el mismo carácter de cuando tenía memoria, y, créeme, que me pensaría seriamente el salvarte si estas en apuros.
Gilan soltó una carcajada, al igual que Will.
-Eso nos lo pensamos todos –dijo riendo el muchacho.
Halt no pudo evitar sonreír esta vez.

Una vez acabaron la comida y fregaron los platos, Will y Emma se dirigieron al claro del bosque para repasar los nombres de los montaraces.
Mientras caminaban, Emma pensaba, que cada día encontraba a Will más simpático, más guapo, más deseable... Intentó ahogar aquel sentimiento todo lo que pudo; le gustaba su relación de amistad con él, y no quería estropearla.
-Bueno –empezó Will- ¿te suena el nombre de George Maybeentown?
-No.
-¿Julius Trascot?
Negó con la cabeza.
-¿David Chaucer?
-No –suspiró pensando que a lo mejor era uno de esos, pero que ella no lo recordaba.
-Tranquila, solo quedan 45 sin contar con Gilan y Halt. Mmm ¿por dónde íbamos?
-David no sé qué.
-Ah si... ¿Nicholas Canterbury?
-Repite –dijo poniéndose recta.
Como ya sabía que debía hacer cuando tuviese esos momentos de inspiración, Will repitió pausadamente:
-Nicholas Canterbury.
-Nicholas... –se esforzó por ir hacia aquella pequeña puerta que le abría a su pasado, a pesar de que sentía que le pesaban los pies.
Will le dio su tiempo; sabía que si le metía prisa lo único que haría sería distraerla de sus cavilaciones.
-Mmm –dijo Emma concentrada-, creo que podría ser ese... No obstante sigue leyéndome nombres.
Una vez terminada la lista, solo le habían llamado la atención dos nombres: Dimitri, de Caraway, un pueblo al noreste de Araluen, y Nicholas, de Springmountains, un pequeño poblado situado en un valle hacia el oeste.
-Volvamos a la cabaña para decírselo a Halt.
Cuando llegaron encontraron a lo dos hombres discutiendo sobre algo de una misión, pero como no se les ocurrió ni a Will ni a Emma la idea de espiar, entraron haciendo ruido, con lo cual la conversación ceso y dejó paso a una cargada atmósfera.
-Habéis conseguido algún resultado –afirmó Halt.
-¿Tanto se nota? –preguntó Will sonriente.
-Bueno –habló Emma-, tampoco demasiado. Estamos entre dos opciones, y tampoco estoy muy segura.
-Decidme.
-Nicholas de Springmountains –dijo Will- y Dimitri de Caraway.
Halt asintió pensativo.
-Podrías ser de Caraway por tu pelo y ojos, pero por tu manejo de los cuchillos y tu gran preparación, diría, casi con seguridad que eres de Springmountains, además tu ligero acento no tiene nada que ver con la pronunciación del norte.
“Así que –pensó Emma- debo ser de Springmountains”
-Lo que me pregunto –prosiguió Halt-, es qué haces exactamente aquí, deberías estar en el valle con Nicholas, que yo sepa –dijo más para sí que para los demás-, no tendría por qué salir de allí.
Y con la sensación de que ahora pesaba 5 kilos menos, se acostó.

La Verdad.

Posted on 23:07
Una vez se calmó, Will la soltó de su largo abrazó, la miró y señaló al caballo.
-Partamos cuanto antes –dijo susurrando algo al cuadrúpedo.
-¿Es tuyo?
-Sí, ¿te gusta?
La chica asintió. Mientras pensaba subió al pony. Cada vez estaba más segura de que no era solo un camarero; aquella rapidez... aquella facilidad para manejar los cuchillos... Su pequeño y lanudo caballo... No le cuadraba, y había aún más, pero no recordaba el qué.
Por fin se subió Will y partieron al trote fuera de miradas indiscretas. No tardaron en salir a campo abierto. Aquel olor a hierba mojada le gustaba, y la libertad de el bosque. Sintió ganas de gritar de júbilo.
-Agárrate bien a mí, que ahora vamos a ir al galope.
Ella obedeció, le agarró de la cintura y apoyó su barbilla en el hombro del chico.
Fueron por un sendero del bosque, y pronto avistaron una pequeña cabaña a lo lejos.
-Mi casa –dijo Will con un suspiro.
¿Iba a conocer a la familia de Will? “Oh dios mío –pensó Emma-, que horror. ¿Y si me preguntan de dónde vengo, o si dicen que les cuente alguna anécdota de mi pasado?”. La chica palideció. ¿Qué iba a hacer?
Llegaron a un pequeño establo, donde había otro pony lanudo. Will desmontó y Emma le siguió. Debía de estar más pálida de lo que pensaba, porque Will la miró atentamente.
-¿Estás bien? –preguntó algo preocupado.
-Sí –mintió-, solo algo mareada.
Cruzaron la puerta. No había nadie.
-¿Qué raro? –Masculló Will-. Debería estar en casa...
Notó como alguien se deslizaba por el establo. Miró a Will.
-Hay alguien en el establo –dijo Emma con asustada.
-Shhh –le puso un dedo en los labios y escuchó atentamente.
Se volvió a oír. Will también se movió con sigilo hacía el otro extremo de la casa, donde no estaban los caballos. Dio la vuelta hasta dirigirse al establo.
-Hola Gilan –saludó como si nada Will.
-Vaya, pensé que te iba a sorprender.
Inquieta, Emma se dirigió al establo donde conversaban los dos hombres.
-Emma, este es Gilan –dijo señalando a un espigado hombre con el pelo castaño hasta casi los hombros-, es un... amigo mío.
Emma se dio cuenta de la pequeña pausa antes de decir amigo.
-Encantada.
-Mmm... Emma, ¿te importaría dejarnos un momento?
La chica se fue hacia la puerta, y lo único que pudo escuchar fueron susurros ininteligibles.
-Bueno –dijo Will aproximándose-, entremos y pongámonos cómodos.
Entraron a la pequeña cabaña. Era bonita, y estaba inmaculada, además tenía un toque hogareño que te hacía sentir como en casa.
Pasaron una tarde agradable, hablando de temas sin importancia, algo sinsentido, y cuando Emma intentaba preguntar por como había conseguido moverse tan rápido con sus cuchillos, siempre acababan desviándose del tema. Pronto descubrió que Gilan era alguien en quien podría confiar.
Un rato después de la cena, se escucharon cascos de caballo.
-Es Halt –dijo Will.
-¿Quiénes Halt?
-Es mi maest... –dudó- es un muy buen amigo mío.
Notó como había dudado, le iba a preguntar, cuando Will se levantó y se dirigió a la puerta.
Un hombre, más bien bajito, con alguna que otra cana en su negro cabello, entró. No se sorprendió porque ella estuviese allí.
-Buenas noches –la saludó- siento la tardanza Gilan, pero es que he tenido un pequeño altercado.
Gilan no preguntó qué había pasado, Emma supuso que no querían que se enterase.
-Bueno –dijo Halt-, me encantaría conocerte ahora, pero pareces cansada, dormirás en la primera habitación a mano derecha. Ya hablaremos mañana con tranquilidad.
-¡Eh! –Saltó Will- esa es mi habitación.
-Ya, pero es una dama. Tú dormirás aquí con una manta.
Will no objetó.
-Vamos –dijo Halt- vosotros dos y yo tenemos que cepillar a los caballos.
A pesar de su cansancio no objetaron. Esto le resultó extraño, y supuso que querría contarles lo que le había pasado en no se sabe muy bien donde.
Emma se dirigió al cuarto, ahora que había mencionado el cansancio, se sintió exhausta.

Perezosamente, empezaron a entrar los rayos de sol por las rendijas de la persiana. Emma se despertó, pero no abrió los ojos intentando recordar. De nuevo tuvo el sueño de Will, mas se le volvió a escapar la respuesta a sus preguntas. Estaba iracunda, mordió la almohada para ahogar el grito. Mientras se pasaba su arrebato de furia, pensaba en lo poco que había podido oír la noche anterior a los hombres. Por las palabras sueltas que logró descifrar, entendió que debían de contarle la verdad sobre algo. Ahora la tristeza se encogió y alojó en un pequeño rincón de su cerebro, para que el resto fuese ocupado por su curiosidad.
Se levantó rápidamente, se vistió, se arregló el pelo, y salió hacia el comedor. Todos estaban allí, lo cual hizo que su curiosidad fuese en aumento. ¿Qué hacían tan temprano levantados? ¿Por qué no hablaban entre ellos? ¿Y a qué venían esas miraditas? Intentó hacer como si no pasase nada.
-Buenos días –dijo Emma.
-Hola –saludó Will-, ¿Qué tal has dormido?
-Como un tronco, podría haber acabado el mundo y yo no enterarme.
-Me alegro de que hayas descansado –ahora habló el mayor del grupo-. Hay café recién hecho sobre el hornillo.
Fue directa hacia la esquina donde dijo que se encontraba su desayuno, lo cogió y lo llevó a la mesa. Esperaron en silencio hasta que terminó, y después apreció que Will se empezaba a poner tenso a pesar de que lo intentaba disimular.
-Bien –dijo serio Halt-, queríamos hablarte de una pequeña cuestión, ¿sabes quiénes somos?
-Pues claro –dijo algo confusa la muchacha-, usted es Halt, tú Gilan y tú Will, ¿no?
-Sí –respondió el mismo- pero sabes qué somos.
Harta ya de tanta pregunta dijo:
-Por favor, ¿por qué no me lo cantáis y ya está?
-Vale –dijo Gilan-, lo que pasa es que no queríamos decírtelo de golpe para que no te asustases..
-¿Es que acaso sois vándalos?
-No –la tranquilizó Will-, somos –habló lento, pronunciando cada sílaba como si se estuviese condenando a si mismo- montaraces.
Un rayo le recorrió el cuerpo, y su cerebro se puso a trabajar rápidamente.
-¿Qué has dicho? –saltó excitada Emma.
-Sabía que no debía habértelo contado...
-Repite lo último –rogó la chica desesperada.
-No debes tener miedo, no usamos la magia negra como dicen todos...
-¡Me importa un pimiento si usas o no la magia negra! Repite, ¿sois...? –dejó la pregunta en el aire para que la contestasen.
-Montaraces –dijo tímidamente Will.
-Repite.
-Montaraces.
Por fin había comprendido por qué era tan importante lo que colgaba del cuello de Will... ¡Ella tenía uno igual! Era una montaraz. Aquello hizo que explotase de emoción, había recordado parte de su pasado, ahora comprendía por qué todos la miraban mal, y sin darse cuenta, dos ríos de lágrimas de alegría surcaron su cara.
-¿Estás bien? –se alarmó Will.
-Sí, mejor que bien. Déjame un segundo para tranquilizarme.
Ya que le habían dicho la verdad, pensó que debía corresponderles. Una vez consiguió apaciguarse lo más posible dijo:
-A mí también me gustaría contaros algo, pero para contároslo tendré que empezar por el principio...
Les contó lo de su pérdida de memoria, con breves pausas para calmarse; había averiguado algo de su anterior vida, pero aún le quedaba un largo trecho por descubrir.
Una vez terminó, les contó su último hallazgo.
-...y cuando dijiste lo de montaraz me vino una luz a la cabeza, y recordé que yo también lo soy.
La miraron fijamente.
-¿Estás segura? –preguntó cauteloso Gilan.
-Al cien por cien.
-Pues si es cierto –intervino Halt-, deberías tener un caballo, un carcaj, un arco y tus cuchillos.
-Ya, pero no estoy segura de dónde están.
-Mmm... –Empezó Will pensativo- ¿Recuerdas dónde te “despertaste”? –entrecomilló con sus dedos la palabra.
-Creo que sí.
-¿Podrías guiarnos?
-Eso es más complicado –pensó-. Will, ¿recuerdas dónde me encontraste? –el chico asintió-. Llévame allí.